La leyenda de Dorian
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La leyenda de Dorian
La leyenda de Dorian
Hace mucho pero que mucho tiempo, más del que podéis imaginar, existió una raza de centauros que procedía de una región boscosa sumida en las entrañas de la mayor de las tierras emergidas.
Una vez su rey, Dorian, observó desde su morada, un santuario situado en la cima de una abrupta montaña, lo que la peculiar raza de los llamados hombres hacía, y viendo todo el mal que entrañaban sus acciones, quiso exterminarlos.
Armado con una espada hecha con el metal de una estrella caída, Dorian bajó de la montaña y se dirigió a la región de los hombres.
En medio de un extenso desierto se topó con otros centauros. Éstos habían ido para disuadirle de su drástica empresa, alegando que los hombres podían cambiar. Sin embargo, Dorian hizo oídos sordos y continuó adelante. Entonces se desató la guerra.
Bajo el ardiente sol, los centauros pelearon salvajemente a pesar de ser hermanos, el acero de las espadas rechinó en el silencio, la sangre de los semi-dioses tiñó la blanca arena. Al final sólo hubo dolor y lágrimas, pero Dorian, mejor parado que los otros, reanudó su camino.
Cuando salió del desierto, una hilera de montañas nevadas apareció ante él en el horizonte. La Tierra de los Hombres.
Poco antes de llegar a la invisible frontera, Dorian advirtió la presencia de un cromlech a su derecha, sobre una colina. De pronto, una línea de lanzas surgió de detrás de las milenarias piedras, y luego otra, y otra. ¿Un ejército?.
No, tres.
Encabezados por uno de los centauros del desierto, el único que había sobrevivido, las hordas humanas, protegidas a adarga y espada, avanzaron colina abajo. El centauro quiso razonar con Dorian, pero éste, cegado por su propósito, se lanzó al ataque.
Mientras las espadas entrechocaban y la sangre regaba las frías armaduras, una lluvia de flechas cayó sobre el páramo. Arqueros apostados. Al rato otro sinfín de mordientes saetas surgió de un flanco de la batalla. Dorian poco a poco iba cediendo terreno, sus cascos se hundían traicioneramente en el barro, el hormigueo de soldados le aturdía los sentidos...
Al final, herido de muerte, el cegado rey huyó de la batalla jurando al viento que nunca más se interpondría en el camino de la Humanidad, pues como sus hermanos le habían contado en la árida llanura, la maldad inherente a los hombres se contrarrestaba con la bondad de unos pocos que, con el paso de los siglos, irían cambiando la raza para mejor.
Tras un viaje de vuelta lleno de calamidades la mayoría de ellas producidas por el dolor de las heridas, Dorian logró llegar a su morada. Nada más entrar por la puerta se acercó a una enorme vasija plana que había junto a una pared y bebió del tibio agua que contenía. Al instante sus heridas sanaron. Entonces fue a la sala del trono para descansar. En su reposo, le asaltó un pensamiento: había querido exterminar a una raza impía y necia, pero sin darse cuenta, ese afán le había llevado a convertirse en algo más malvado que ella, y más ciego.
Una amarga lágrima recorrió su mejilla.
Autor: Rubén Flandes Azkortu
Hace mucho pero que mucho tiempo, más del que podéis imaginar, existió una raza de centauros que procedía de una región boscosa sumida en las entrañas de la mayor de las tierras emergidas.
Una vez su rey, Dorian, observó desde su morada, un santuario situado en la cima de una abrupta montaña, lo que la peculiar raza de los llamados hombres hacía, y viendo todo el mal que entrañaban sus acciones, quiso exterminarlos.
Armado con una espada hecha con el metal de una estrella caída, Dorian bajó de la montaña y se dirigió a la región de los hombres.
En medio de un extenso desierto se topó con otros centauros. Éstos habían ido para disuadirle de su drástica empresa, alegando que los hombres podían cambiar. Sin embargo, Dorian hizo oídos sordos y continuó adelante. Entonces se desató la guerra.
Bajo el ardiente sol, los centauros pelearon salvajemente a pesar de ser hermanos, el acero de las espadas rechinó en el silencio, la sangre de los semi-dioses tiñó la blanca arena. Al final sólo hubo dolor y lágrimas, pero Dorian, mejor parado que los otros, reanudó su camino.
Cuando salió del desierto, una hilera de montañas nevadas apareció ante él en el horizonte. La Tierra de los Hombres.
Poco antes de llegar a la invisible frontera, Dorian advirtió la presencia de un cromlech a su derecha, sobre una colina. De pronto, una línea de lanzas surgió de detrás de las milenarias piedras, y luego otra, y otra. ¿Un ejército?.
No, tres.
Encabezados por uno de los centauros del desierto, el único que había sobrevivido, las hordas humanas, protegidas a adarga y espada, avanzaron colina abajo. El centauro quiso razonar con Dorian, pero éste, cegado por su propósito, se lanzó al ataque.
Mientras las espadas entrechocaban y la sangre regaba las frías armaduras, una lluvia de flechas cayó sobre el páramo. Arqueros apostados. Al rato otro sinfín de mordientes saetas surgió de un flanco de la batalla. Dorian poco a poco iba cediendo terreno, sus cascos se hundían traicioneramente en el barro, el hormigueo de soldados le aturdía los sentidos...
Al final, herido de muerte, el cegado rey huyó de la batalla jurando al viento que nunca más se interpondría en el camino de la Humanidad, pues como sus hermanos le habían contado en la árida llanura, la maldad inherente a los hombres se contrarrestaba con la bondad de unos pocos que, con el paso de los siglos, irían cambiando la raza para mejor.
Tras un viaje de vuelta lleno de calamidades la mayoría de ellas producidas por el dolor de las heridas, Dorian logró llegar a su morada. Nada más entrar por la puerta se acercó a una enorme vasija plana que había junto a una pared y bebió del tibio agua que contenía. Al instante sus heridas sanaron. Entonces fue a la sala del trono para descansar. En su reposo, le asaltó un pensamiento: había querido exterminar a una raza impía y necia, pero sin darse cuenta, ese afán le había llevado a convertirse en algo más malvado que ella, y más ciego.
Una amarga lágrima recorrió su mejilla.
Autor: Rubén Flandes Azkortu
Ruben- Poeta especial
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Fecha de inscripción : 02/03/2013
Re: La leyenda de Dorian
Bien amigazo, traes al foro un prestigioso de las letras. Un abrazo amigo
Luxor- Poeta especial
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Armando Lopez- Moderador General
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