El primer bombero
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EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA :: Preguntas-Diccionario del Erudito-Curiosidades
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El primer bombero
El primer bombero
Se puede considerar a Marco Licinio Craso, ávido hombre de negocios y senador romano que vivió del año 114 al 53 a. C., como el precursor de los bomberos, porque fue el organizador del primer servicio contra incendios de Roma.
Lo que pasa es que no lo hacía precisamente de forma desinteresada, porque cuando un edificio romano empezaba a arder –lo que sucedía con bastante frecuencia–, Marco Licinio se presentaba en el lugar y no daba la orden de poner en funcionamiento las bombas de agua que llevaba para apagar el incendio hasta que el propietario del inmueble no se lo vendía, en condiciones, lógicamente, muy ventajosas.
Si el dueño no accedía a la venta, dejaba que el edificio se consumiera entre las llamas. Sus métodos, por lo tanto, recuerdan bastante a los de la Mafia. Craso se había hecho inmensamente rico especulando y extorsionando; sus negocios incluían desde casas de prostitución a estas brigadas de bomberos.
Cómo sería la fama de su codicia, que en un juicio en el que estaba acusado de acostarse con una vestal (uno de los peores delitos de la época), el jurado le creyó cuando adujo que lo había hecho para arrebatarle su propiedad. Según el historiador Plutarco, su capital pasó de 300 a 7.100 talentos en un tiempo récord. Pero, por mucho dinero que Craso tuviera, en Roma no eras nadie si no tenías una carrera militar.
Llegó a pagar de su bolsillo los servicios de la legión que venció a los esclavos rebeldes comandados por Espartaco y, gracias a sus riquezas, consiguió ir subiendo todos los peldaños del cursus honorum (la carrera militar romana) hasta llegar a senador.
Formó parte del Primer Triunvirato junto a César y Pompeyo y, finalmente, fue asesinado por los partos durante unas conversaciones de paz tras la derrota de Carras, en Mesopotamia. Cuentan que el método elegido por el general parto Surena para darle muerte fue obligarle a beber una copa llena de oro fundido, mientras pronunciaba la siguiente frase: “Sáciate de este metal del que estás tan ávido”.
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