EL PUNTO-PARTE I
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EL PUNTO-PARTE I
EL PUNTO….UN CUENTO DE SUSPENSO. PARTE I
Conocí a Elisa en una fiesta en el momento más exitoso de mi carrera empresarial.
Ella inalcanzable e inaccesible para todos menos para mí que me creía el seductor del mundo. Nos casamos a los 15 días de estar de novios, una bella locura de amor, donde las fiestas viajes y joyas alternaban entre nuestras peleas y reconciliaciones.
La dilapidación del dinero a nuestro alcance era nuestra panacea de cada día. Y ella feliz disfrutándolo.
Casarme con una mujer 20 años más joven fue un error para mí, si bien aporte mi experiencia no me sirvió para manejar sus problemas de celos de niña caprichosa por lo tanto nuestra convivencia matrimonial resultó un infierno.
Tener una hija fue la solución, un parche más a una pareja que estaba casi destruida pero sin embargo lo intentamos y nació Martita, la luz de mis ojos, mi amada hija, ahora una adolescente toda una mujer.
Esta historia podría ser como cualquier otra, sino fuera porque estoy en la ruina absoluta e invalido de por vida. Una bala destruyó mi médula ósea condenándome a esta silla de ruedas. Soy un indigente más que engloba las estadísticas del gobierno.
Mala suerte me dijo mi agente de bolsa mi consejero financiero, Mi amigo del alma, mi hermano. Desapareció él muy cretino dejándome en la quiebra y lo poco que tenía lo perdí en las mesas de dinero.
Y aquí estoy. En mi cómoda silla de ruedas mirando el vidrio de mi ventana, descifrando tan solo un punto impreso con una pintura especial. Rogando día a día que no desaparezca y que el viento ni la lluvia lo erosione. Imaginando si es un acertijo, un dibujo o tal vez sean solo números o una letra o algún mensaje que debo descifrar.
Paso mis días y mis horas en esta posición, mis vecinos me ven por la ventana y a nadie le extraña. Ya ni siquiera recuerdo mi nombre me llaman el inválido desde hace años despectivamente.
-¡Qué gente basura! ¡Cómo los odio! Pero ya no me interesa me acostumbre a sus desprecios.
Ni me acuerdo cuando fue la última vez que dormí. ¡Qué importa! No tengo nada que perder.
Miraré el reloj, creo que a esta hora la están enterrando a Elisa en el cementerio de la Chacarita rezaré una plegaria por ella pero…...Humm mejor no. Es más importante descifrar ese punto impreso en la ventana, ella ya esta muerta y no tengo tiempo para entierros. Además, todos me miran acusándome de ser el asesino y no están equivocados solo que me fastidia que me lo recuerden.
Nadie me acusara ante la policía ya que conozco demasiados secretos sucios que me llevaré a la tumba y a cada uno de ellos le conviene que el inválido se quede callado. Todos me deben favores y ellos lo saben bien.
El teléfono suena incesantemente, seguro que son los idiotas de siempre para darme el pésame. Es mejor que atienda o me dejaran sordo.
-Hola-Dije parcamente.
-Hola viejo, soy Jorge y estamos todos esperándote bajo la lluvia y Martita no quiere que sepulten a Elisa hasta que tú te hagas presente.
- No iré- Respondí con voz fría y contundente.
-Pero viejo dime que es tan importante que el entierro de tu mujer.
-El punto- Dije con convicción.
¿Qué punto? ¿De qué hablas?
-Nada. Yo me entiendo. Estoy tranquilo ya no me molestes. Diles que no iré porque estoy muy apenado. Busca la excusa que sea más elegante y no te olvides de sacarle fotos al entierro así las coloco en el álbum familiar con el epílogo The End.
- Es enfermizo lo que me pides no sé si podré.
- Si podrás. En más lo harás o te recordaré cada día que yo soy el padre de tu hija.
El hombre me cortó abruptamente. Jajájajá que gracioso, es increíble como la gente se ofende cuando se les recuerda la verdad.
Pucha como extraño a Elisa, pensar que ese punto lo puso ella ahí y me complico la existencia. Ella era experta en escritura microscópica en lengua sumeria y ese punto era parte de su imaginación y también de su liberación.
Todavía recuerdo la escena de meses anteriores a ese hecho, cuando enojada porque rechace su comida me dijo con toda crueldad y sin anestesia.
-Maldito inválido solo me avergüenzas. Te atiendo, te cocino y no te gusta mi comida. Como compañero no me sirves, como hombre menos, me quieres decir para que hipotequé mi vida junto a un inservible.
_ Jajájajá eres linda cuando te enojas y te diré un secreto al oído ven aquí. La tome del brazo con fuerza para sentarla en mis piernas.
Ella se resistió con asco a que la toque, escupiéndome en la cara lo que motivo mi reacción, me puse furioso y en un acto reflejo cometí el error de levantarme de la silla.
-No estoy invalido querida.- Le dije burlonamente- Como verás soy un perfecto actor.
Ella entre sorprendida y desconcertada se derrumbó en el sillón y cuando levanto su mirada descargo toda su ira en esas palabras.
- ¿Entonces? Todos estos años de privaciones, de arrastrar tu mugrienta silla sintiendo la mirada discriminatoria de quienes fueron alguna vez nuestros empleados. ¿Y nuestro matrimonio? ¿Y nuestra hija, no pensaste en nosotras, en la vergüenza que sentíamos?
- Sí pensé en ustedes… Mucho durante años, pero estábamos en la ruina y no tuve alternativa debía ser creíble ante los abogados para ganar el juicio, todo debía ser convincente y fingir sin un margen de duda y así lo hice.
- Eres un maldito desgraciado desaparece ya de mi casa. Me enfrento amenazándome con el atizador.
- ¿Tú casa? Jajajaaj, mi casa querida querrás decir. No eras nadie cuando te conocí, diría apenas una profesora de una lengua perdida en desuso tratando de conquistar a un millonario que te saque de la pobreza.
Sentí su mirada penetrante llena de ira. Pero en contra de la lógica, con los días en vez de odiarme empezó a tratarme como buscando un acercamiento, una reconciliación impensable a esta altura de los hechos.
Reflexioné mucho sobre la idea de reconstituir nuestro matrimonio y ahora que nos quedaríamos solos era una buena oportunidad de olvidar lo malo y empezar de nuevo. En definitiva, era la madre de mi hija y algo de amor me quedaba por ella.
Aun recuerdo la calurosa brisa de verano, donde las azaleas en flor inundaban con su perfume el ambiente de la casa y mi hija alborotando nuestra tranquilidad con su partida a la casa de sus abuelos. Allí pasaría una larga temporada de vacaciones.
Jamás imaginé que esa seria la última vez que mi hija vería a su madre en vida.
EURÍDICE CANOVA
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Re: EL PUNTO-PARTE I
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Juraría que toco el piano cuando escribo poesía lo curioso es... que no sé tocar el piano. Eurídice Canova
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