Sombras
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Sombras
Sombras
Me pregunto por qué me visitaban ahora, alejadas huellas de unos pocos recuerdos dolorosos, cuya pena creía marchita. Suponía que el agua había regresado a su cauce, suave como el arrullo de la hojarasca cuando se la lleva el viento. Los recuerdos sobrevolaban mi alma, las horas pasaban mudas por delante de un viejo reloj de pared, poco a poco el silencio se iba apagando.
Intentaba buscar las palabras adecuadas, pero apenas pensadas morían en el cielo de mi boca. Mi lamento sólo era ya una sombra, igual que mi cuerpo, horadado por las tinieblas de la noche cercana.
Soledad, y un silencio atronador por todas las estancias de la casa. La calma quebrada como la armadura de un antiguo guerrero, desvaneciéndose, humo invisible, agua olvidada. Lágrimas.
Por qué me visitaban ahora, silenciosos enemigos, sombras letales, enloquecedoras, taciturnas. Mi mente se oscurecía a cada segundo, se rendía a la tristeza incipiente. Mi garganta escupió un aullido afilado, observé desencajado la oscuridad que se arremolinaba alrededor. Di un paso, mi cuerpo tembló como una llama azotada por la brisa. Una puerta me esperaba enfrente. Seguí. Un tambor resonaba en mi pecho, martilleando mi ánimo. Atravesé el umbral, atormentado por los fantasmas de mi imaginación. Me volví hacia un espejo. La negrura de la estancia perfiló mal mi silueta, pero pude ver que ya no era yo, sino lo que más me había temido. Me había convertido en un rastro de mí mismo, una mala versión caduca y gris. Había envejecido.
Autor: ruben
Me pregunto por qué me visitaban ahora, alejadas huellas de unos pocos recuerdos dolorosos, cuya pena creía marchita. Suponía que el agua había regresado a su cauce, suave como el arrullo de la hojarasca cuando se la lleva el viento. Los recuerdos sobrevolaban mi alma, las horas pasaban mudas por delante de un viejo reloj de pared, poco a poco el silencio se iba apagando.
Intentaba buscar las palabras adecuadas, pero apenas pensadas morían en el cielo de mi boca. Mi lamento sólo era ya una sombra, igual que mi cuerpo, horadado por las tinieblas de la noche cercana.
Soledad, y un silencio atronador por todas las estancias de la casa. La calma quebrada como la armadura de un antiguo guerrero, desvaneciéndose, humo invisible, agua olvidada. Lágrimas.
Por qué me visitaban ahora, silenciosos enemigos, sombras letales, enloquecedoras, taciturnas. Mi mente se oscurecía a cada segundo, se rendía a la tristeza incipiente. Mi garganta escupió un aullido afilado, observé desencajado la oscuridad que se arremolinaba alrededor. Di un paso, mi cuerpo tembló como una llama azotada por la brisa. Una puerta me esperaba enfrente. Seguí. Un tambor resonaba en mi pecho, martilleando mi ánimo. Atravesé el umbral, atormentado por los fantasmas de mi imaginación. Me volví hacia un espejo. La negrura de la estancia perfiló mal mi silueta, pero pude ver que ya no era yo, sino lo que más me había temido. Me había convertido en un rastro de mí mismo, una mala versión caduca y gris. Había envejecido.
Autor: ruben
Ruben- Poeta especial
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Armando Lopez- Moderador General
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