DE LA MANO DE NERUDA
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DE LA MANO DE NERUDA
DE LA MANO DE NERUDA
Neruda, de tu mano hoy subí
a resucitar del alfarero los sueños
a la alta ciudad de piedras escalares
y a remover los granos del maíz que
en piedra transformó el paso de los siglos.
De la mano de tu fecundo verso
contemplé con ojos ancestrales,
la grandeza de la simple labor
del artesano, de la piedra pulida,
de la joya inacabada por el duro cansancio
y en tu letra me elevé
hasta la impenetrable cima
donde acaricia el viento con aire de madrastra
el pétreo rostro de la roca nativa,
el inamovible surco, cincelado en el dolor
del hambre de los hombres.
Poeta, conducida en el silencio
asimilé en la visión de tu palabra
la inmensidad del abismo,
en la guarida de los cóndores andinos
y vestida de visiones fantasmales
casi pude palpar
la edad de los derrumbes de la muerte,
que hundió para siempre los pétalos de piedra
que lustraban de bullente vida
los cimientos de la altiva Machu Picchu.
Escalando el verdor del bosque, que respira
entre peñascos heridos de olvido y de silencio,
bañé mi rostro con la tupida niebla
que calmó con su manto ancestral
la dureza del anhelado lecho
de las incansables tejedoras andinas.
Levantando otra vez la mirada
al vasto trono de piedra y,
sin soltarme de tu mano viajera,
de tu pie trepador de madreselvas,
de tu picota agreste de minero,
pude escarbar la sangre del corazón de la piedra
para desastillar el dolor que yace aún incrustado
en la roca de la América sangrante,
enterrada y removida en tu poema.
Pude sentir en tus letras palpitantes
el destilar de las lágrimas andinas,
que agricultores sedientos de descanso
derramaron sin tregua y con espanto,
y pude percibir en tu voz pasiva
el eco regocijado de la labrada piedra
que resurge en la fe de tu palabra,
gritando por la voz del feroz albañil
que sometió la piedra mutilada.
Ya de noche, descendiendo obnubilada,
suspendida al borde de tu verso
desde la cima de la ciudad enarbolada,
me despojé del grito que ahogaba mi garganta
y respiré todo el aire contenido por los siglos
en esas altas vasijas de silencio.
Cesia Leiva
Neruda, de tu mano hoy subí
a resucitar del alfarero los sueños
a la alta ciudad de piedras escalares
y a remover los granos del maíz que
en piedra transformó el paso de los siglos.
De la mano de tu fecundo verso
contemplé con ojos ancestrales,
la grandeza de la simple labor
del artesano, de la piedra pulida,
de la joya inacabada por el duro cansancio
y en tu letra me elevé
hasta la impenetrable cima
donde acaricia el viento con aire de madrastra
el pétreo rostro de la roca nativa,
el inamovible surco, cincelado en el dolor
del hambre de los hombres.
Poeta, conducida en el silencio
asimilé en la visión de tu palabra
la inmensidad del abismo,
en la guarida de los cóndores andinos
y vestida de visiones fantasmales
casi pude palpar
la edad de los derrumbes de la muerte,
que hundió para siempre los pétalos de piedra
que lustraban de bullente vida
los cimientos de la altiva Machu Picchu.
Escalando el verdor del bosque, que respira
entre peñascos heridos de olvido y de silencio,
bañé mi rostro con la tupida niebla
que calmó con su manto ancestral
la dureza del anhelado lecho
de las incansables tejedoras andinas.
Levantando otra vez la mirada
al vasto trono de piedra y,
sin soltarme de tu mano viajera,
de tu pie trepador de madreselvas,
de tu picota agreste de minero,
pude escarbar la sangre del corazón de la piedra
para desastillar el dolor que yace aún incrustado
en la roca de la América sangrante,
enterrada y removida en tu poema.
Pude sentir en tus letras palpitantes
el destilar de las lágrimas andinas,
que agricultores sedientos de descanso
derramaron sin tregua y con espanto,
y pude percibir en tu voz pasiva
el eco regocijado de la labrada piedra
que resurge en la fe de tu palabra,
gritando por la voz del feroz albañil
que sometió la piedra mutilada.
Ya de noche, descendiendo obnubilada,
suspendida al borde de tu verso
desde la cima de la ciudad enarbolada,
me despojé del grito que ahogaba mi garganta
y respiré todo el aire contenido por los siglos
en esas altas vasijas de silencio.
Cesia Leiva
Cesia Leiva- Cantidad de envíos : 108
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sabra- Admin
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