Los hombres caballo de Halluendel
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Los hombres caballo de Halluendel
Los hombres caballo de Halluendel
En una era antigua, antes incluso de lo que los más ancianos puedan recordar, existió una comarca de grandes prados habitada por hombres caballo, conocida por éstos y los peregrinos que cruzaban sus senderos como Halluendel.
Halluendel estaba rodeada de grandes montañas excepto por un lado, que comunicaba con los bosques del oeste.
El país estaba gobernado por Moren, hijo de Hallufel, quien expulsara a los últimos trolls de la región, antes una pestilente ciénaga, y construyera los drenajes que permitieron desecarla. Cuando Moren, a la edad de 214 años falleció, su hijo Dorian, que en aquel momento no era más que un joven potro inexperto de tan sólo 35 años, fue proclamado nuevo monarca de los hombres caballo.
Pasó el tiempo y Dorian se convirtió en un líder fuerte y sabio. Un día, llegaron a sus oídos rumores de que los Humanos, una raza desconocida para ellos, habían comenzado a construir un campamento a tan sólo seis millas de los puentes de Halluendel. Lleno de curiosidad por conocer aquella raza, envió emisarios con presentes, pero éstos jamás regresaron.
Inquieto, llamó a varios hombres jóvenes y partió con ellos al atardecer. Al amparo de la oscuridad atravesaron los bosques y alcanzaron la meseta donde a lo lejos se levantaban las chozas de los Humanos. Para su asombro y espanto, descubrieron a los emisarios colgados como cerdos sobre crepitantes hogueras.
Aun llenos de una furia inmensa, decidieron no ajusticiar a aquellos bárbaros todavía. En su lugar se aproximaron más y observaron con detenimiento. Los Humanos vestían pieles de animales, mascullaban sonidos grotescos y tenían el rostro pintado. Lo que no sabían Dorian y los suyos es que aquellas bestias bípedas habían sido en otro tiempo mujeres y hombres de bien, cultos y refinados. Pero todo su esplendor se truncó cuando un poder maligno procedente del este los sedujo y convirtió en sus siervos.
Dio el rey la señal y los hombres caballo irrumpieron en el campamento, dando muerte a todos los que encontraron, menos a los niños, que protegieron para llevarlos a Halluendel. En medio del caos un humano hizo sonar un cuerno de caza, que resonó en todo el valle. Unos minutos después, decenas de antorchas iluminaron el horizonte.
Dorian ordenó a dos de sus guerreros marchar a la ciudad en busca de ayuda, llevándose consigo a los niños. Cuando hubieron partido, él y los otros comenzaron a apilar leños para preparar una barricada. Una vez terminada, le prendieron fuego.
Al cabo de una hora llegaron al lugar más de cuarenta guerreros de Halluendel, armados con arcos. Por su parte, los Humanos casi habían llegado a la barricada.
De repente se detuvieron. Dorian y los demás escucharon los gemidos y risotadas que lanzaban aquellas sucias gargantas, pero advirtieron sonidos extraños que parecían de otras criaturas.
Uno de los Humanos gritó algo, y las primeras filas del contingente se abrieron para dejar paso a cinco Sasquatch, que echaron a correr enloquecidos hacia la barricada. Los guerreros de Dorian se replegaron, y cuando los monstruos saltaron por encima de la barrera de fuego los acribillaron, sin dar tiempo a los Humanos para cubrirlos con sus lanzas y toscos arcos. Otro gruñido sonó en las filas humanas, y sus arcos se elevaron hacia el cielo nocturno para soltar una descarga.
Los hombres caballo huyeron al campamento y de allí a los bosques circundantes.
Encaramado sobre una roca de la linde, Dorian observó al pequeño ejército enemigo. Ahora podía ver que no eran más de setenta efectivos, algunos armados con extrañas piezas de metal alargadas, aparte de los tres sasquatch que cerraban la retaguardia y una manada de lobos que los acompañaba. Los Humanos continuaron disparando flechas sobre la desierta barricada, mientras los guerreros caballo los flanqueaban por su derecha.
Llegaron a la retaguardia y empezaron a disparar flechas indiscriminadamente, unos sobre las cabezas de sus enemigos, y otros contra éstos. La gran puntería de los hombres de Dorian y la calidad de sus arcos permitió que la superioridad numérica de los Humanos no durase mucho más. El diezmado ejército atacó a los hombres caballo con terrible fiereza. Los Sasquatch rugieron y los lobos aullaron, llenando la noche con su espeluznante lamento.
Pero Dorian y sus guerreros no se amilanaron y siguieron disparando, hasta que tan sólo quedaron unos pocos lobos y Humanos que les hicieran frente. Llegaron éstos a donde estaban, y los hombres caballo utilizaron sus poderosos puños y cascos para matarlos. Caído el último, destruyeron el campamento y regresaron a casa.
Al alba, el rey se reunió con sus consejeros. Sabía que si quedaban más humanos sobre la faz de la tierra, tarde o temprano atacarían la región, así que convenía estar preparados.
Autor: Ruben
En una era antigua, antes incluso de lo que los más ancianos puedan recordar, existió una comarca de grandes prados habitada por hombres caballo, conocida por éstos y los peregrinos que cruzaban sus senderos como Halluendel.
Halluendel estaba rodeada de grandes montañas excepto por un lado, que comunicaba con los bosques del oeste.
El país estaba gobernado por Moren, hijo de Hallufel, quien expulsara a los últimos trolls de la región, antes una pestilente ciénaga, y construyera los drenajes que permitieron desecarla. Cuando Moren, a la edad de 214 años falleció, su hijo Dorian, que en aquel momento no era más que un joven potro inexperto de tan sólo 35 años, fue proclamado nuevo monarca de los hombres caballo.
Pasó el tiempo y Dorian se convirtió en un líder fuerte y sabio. Un día, llegaron a sus oídos rumores de que los Humanos, una raza desconocida para ellos, habían comenzado a construir un campamento a tan sólo seis millas de los puentes de Halluendel. Lleno de curiosidad por conocer aquella raza, envió emisarios con presentes, pero éstos jamás regresaron.
Inquieto, llamó a varios hombres jóvenes y partió con ellos al atardecer. Al amparo de la oscuridad atravesaron los bosques y alcanzaron la meseta donde a lo lejos se levantaban las chozas de los Humanos. Para su asombro y espanto, descubrieron a los emisarios colgados como cerdos sobre crepitantes hogueras.
Aun llenos de una furia inmensa, decidieron no ajusticiar a aquellos bárbaros todavía. En su lugar se aproximaron más y observaron con detenimiento. Los Humanos vestían pieles de animales, mascullaban sonidos grotescos y tenían el rostro pintado. Lo que no sabían Dorian y los suyos es que aquellas bestias bípedas habían sido en otro tiempo mujeres y hombres de bien, cultos y refinados. Pero todo su esplendor se truncó cuando un poder maligno procedente del este los sedujo y convirtió en sus siervos.
Dio el rey la señal y los hombres caballo irrumpieron en el campamento, dando muerte a todos los que encontraron, menos a los niños, que protegieron para llevarlos a Halluendel. En medio del caos un humano hizo sonar un cuerno de caza, que resonó en todo el valle. Unos minutos después, decenas de antorchas iluminaron el horizonte.
Dorian ordenó a dos de sus guerreros marchar a la ciudad en busca de ayuda, llevándose consigo a los niños. Cuando hubieron partido, él y los otros comenzaron a apilar leños para preparar una barricada. Una vez terminada, le prendieron fuego.
Al cabo de una hora llegaron al lugar más de cuarenta guerreros de Halluendel, armados con arcos. Por su parte, los Humanos casi habían llegado a la barricada.
De repente se detuvieron. Dorian y los demás escucharon los gemidos y risotadas que lanzaban aquellas sucias gargantas, pero advirtieron sonidos extraños que parecían de otras criaturas.
Uno de los Humanos gritó algo, y las primeras filas del contingente se abrieron para dejar paso a cinco Sasquatch, que echaron a correr enloquecidos hacia la barricada. Los guerreros de Dorian se replegaron, y cuando los monstruos saltaron por encima de la barrera de fuego los acribillaron, sin dar tiempo a los Humanos para cubrirlos con sus lanzas y toscos arcos. Otro gruñido sonó en las filas humanas, y sus arcos se elevaron hacia el cielo nocturno para soltar una descarga.
Los hombres caballo huyeron al campamento y de allí a los bosques circundantes.
Encaramado sobre una roca de la linde, Dorian observó al pequeño ejército enemigo. Ahora podía ver que no eran más de setenta efectivos, algunos armados con extrañas piezas de metal alargadas, aparte de los tres sasquatch que cerraban la retaguardia y una manada de lobos que los acompañaba. Los Humanos continuaron disparando flechas sobre la desierta barricada, mientras los guerreros caballo los flanqueaban por su derecha.
Llegaron a la retaguardia y empezaron a disparar flechas indiscriminadamente, unos sobre las cabezas de sus enemigos, y otros contra éstos. La gran puntería de los hombres de Dorian y la calidad de sus arcos permitió que la superioridad numérica de los Humanos no durase mucho más. El diezmado ejército atacó a los hombres caballo con terrible fiereza. Los Sasquatch rugieron y los lobos aullaron, llenando la noche con su espeluznante lamento.
Pero Dorian y sus guerreros no se amilanaron y siguieron disparando, hasta que tan sólo quedaron unos pocos lobos y Humanos que les hicieran frente. Llegaron éstos a donde estaban, y los hombres caballo utilizaron sus poderosos puños y cascos para matarlos. Caído el último, destruyeron el campamento y regresaron a casa.
Al alba, el rey se reunió con sus consejeros. Sabía que si quedaban más humanos sobre la faz de la tierra, tarde o temprano atacarían la región, así que convenía estar preparados.
Autor: Ruben
Ruben- Poeta especial
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