Drácula. Luis Benítez
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Drácula. Luis Benítez
Drácula
En mi infancia fue Christopher Lee
Y en la de otros Bela Lugosi, un vampiro morfinómano
Que murió pobre, viejo y olvidado,
La suerte que no conoció esa sombra invariable
Que nos sigue mirando desde el hueco de las escaleras
O la habitación terrible al fondo de la casa.
Debe recordarnos que detrás de los que se reflejan
Cada día en los espejos, siempre hay un niño
Que viene tanteando las tinieblas
De un eterno corredor, uno que -él lo sabe-
Termina en la sala de un castillo.
Tiene que ser el otro lado de los mediodías
Para que el mediodía sea la tranquilizadora luz,
Las nítidas certezas, cada jornada una avenida iluminada
Para que veamos venir la muerte si se asoma.
Son suyos los gritos de la calle que no reclama nadie,
Los escalofríos que no tienen un porqué que no avergüence,
Los pasos nocturnos que se oyen cerca y lejos,
Un horrible doble tiempo que marea y que nos toma.
Y en el centro de esa red infinita que le han tejido el tiempo
Y nuestros miedos, -seguro solamente de sí mismo y del infierno-
Sonríe y entre dientes murmura nuestro nombre,
Aquel que es sólo uno y el que llevamos todos:
Vlad Draculea, el príncipe que somos de Valaquia.
En mi infancia fue Christopher Lee
Y en la de otros Bela Lugosi, un vampiro morfinómano
Que murió pobre, viejo y olvidado,
La suerte que no conoció esa sombra invariable
Que nos sigue mirando desde el hueco de las escaleras
O la habitación terrible al fondo de la casa.
Debe recordarnos que detrás de los que se reflejan
Cada día en los espejos, siempre hay un niño
Que viene tanteando las tinieblas
De un eterno corredor, uno que -él lo sabe-
Termina en la sala de un castillo.
Tiene que ser el otro lado de los mediodías
Para que el mediodía sea la tranquilizadora luz,
Las nítidas certezas, cada jornada una avenida iluminada
Para que veamos venir la muerte si se asoma.
Son suyos los gritos de la calle que no reclama nadie,
Los escalofríos que no tienen un porqué que no avergüence,
Los pasos nocturnos que se oyen cerca y lejos,
Un horrible doble tiempo que marea y que nos toma.
Y en el centro de esa red infinita que le han tejido el tiempo
Y nuestros miedos, -seguro solamente de sí mismo y del infierno-
Sonríe y entre dientes murmura nuestro nombre,
Aquel que es sólo uno y el que llevamos todos:
Vlad Draculea, el príncipe que somos de Valaquia.
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"El amor es la razón del corazón"
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