Con ojos de Maestro
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Con ojos de Maestro
por laila mabrik Jue Jun 05, 2014 2:35 pm
Con ojos de Maestro
Por Vic53
La mayoría de nosotros hemos transitado las aulas de diferentes escuelas, diferentes niveles y también diferentes modos de abordar la enseñanza. Tenemos incorporado en nuestros saberes lo aprendido en nuestra infancia, en la antigua escuela de enseñanza bonaerense o bien, ya en el secundario, en la enseñanza media, bachiller o técnico. Dicho bagaje está investido muchas veces de la añoranza de quienes han crecido y valoran lo recibido de parte sus abnegados y respetados maestras y maestros. Docentes que muchas veces, con titánico esfuerzo proveían de sus sueldos aquellas recursos que la escuela estatal no lograba conseguir (tizas, cartulinas, material didáctico variado), así como el recuerdo cariñoso de un tiempo en que la ternura magistral estaba al alcance de la cabeza acariciada o de la mejilla besada.
Era una escuela que transmitía los conocimientos a través de la idoneidad de sus docentes y nosotros lo recibíamos con la docilidad de aquellos que íbamos a la escuela a aprender. Lo hacíamos escuchando y realizando las tareas que se nos asignaban. Nunca se nos ocurrió plantearnos si lo nuestro, en mi caso, los conocimientos que traía del potrero, donde teníamos largas tertulias con mis amigos hasta bien entrado el atardecer y los juegos propios de esa edad, eran conocimientos válidos. Simplemente eran nuestros (nuestros si incluimos a los amigos y amigos que a veces concurríamos al mismo grado). Eran vivencias, eran experiencias, eran “cosas entre nosotros”. Lo serio, lo que “debía ser”. Era lo que nos preparaba para “cuando fuéramos grandes”. En las aulas, callados y pasivos frente a la “señorita” (no se de dónde vendrá ese término arcaico aplicado a una docente con varias decenas de años en su haber) ya que ella tenía el máximo del saber.
Una vez egresados y casi sin darnos cuenta, esos conocimientos vulgares se adosaron al conocimiento académico que recibimos y así fuimos pasando de etapa educativa a otra, quizá hasta el presente. Nuestro saber terciario, si bien con importantes cambios (ya no hay mayoría de profesores expositores y más “delegadores de tareas”) también circula aún por esos carriles.
La propuesta constructivista ha de abrirse camino a décadas (¿siglos?) del tipo de enseñanza transmisiva, ha de abrirse camino a muchos saberes estancados y rígidos que han conformado personas y docentes de igual talante. Como un saber emergente debe tener la firmeza de su propuesta como la humildad de la proposición. Los valores educativos que propugna son altamente atendibles y, sin duda, salvo que ocurran esos raros giros históricos retrospectivos, se irá imponiendo paulatinamente como la propuesta educativa más viable hoy.
Es difícil adaptarse a una nueva modalidad. Quien se siente cómodo/a en una forma de educar, podrá asentir racionalmente, pero en su praxis cotidiana seguirá reproduciendo la vieja escuela. Tal vez con algún cambio que flexibilice antiguas rigideces, pero en su esencialidad seguirá la línea que a él o a ella misma lo formó. Tomará tiempo y tal vez más de una generación su necesaria implantación. Tal vez el giro fundamental no sea tomado por iniciativa docente ni tan siquiera por una política educativa que se convenza de su validez educativa. El gran cambio vendrá por los propios alumnos que ya no están dispuestos a seguir siendo pasivos frente al docente. Ya no lo son y exigen ser escuchados en sus saberes.
Es verdad que son catalogados como muy pobres esos saberes. Adolescentes cumbializados, adormilados, pasatiempistas, ciberizados, etc. Pero es el humus común de nuestros alumnos hoy. Tienen esa base, esos cimientos. No hay otros. Hay que construir con ellos desde allí, porque si seguimos creyendo que el “depósito” de conocimientos transformará la vida del niño o adolescente hoy, nos estamos engañando. Las generaciones han cambiado, los padres han cambiado, los docentes ya han empezado a cambiar. Sin duda, la escuela tendrá que cambiar. Es un momento histórico, doloroso, difícil, pero actual. Es éste y no hay otro y hay que abordarlo con las herramientas que disponemos. El constructivismo es un camino, tal vez haya otros, pero sin duda, ya no podemos ser lo que éramos ni tampoco nuestra querida escuela.
Por Vic53
La mayoría de nosotros hemos transitado las aulas de diferentes escuelas, diferentes niveles y también diferentes modos de abordar la enseñanza. Tenemos incorporado en nuestros saberes lo aprendido en nuestra infancia, en la antigua escuela de enseñanza bonaerense o bien, ya en el secundario, en la enseñanza media, bachiller o técnico. Dicho bagaje está investido muchas veces de la añoranza de quienes han crecido y valoran lo recibido de parte sus abnegados y respetados maestras y maestros. Docentes que muchas veces, con titánico esfuerzo proveían de sus sueldos aquellas recursos que la escuela estatal no lograba conseguir (tizas, cartulinas, material didáctico variado), así como el recuerdo cariñoso de un tiempo en que la ternura magistral estaba al alcance de la cabeza acariciada o de la mejilla besada.
Era una escuela que transmitía los conocimientos a través de la idoneidad de sus docentes y nosotros lo recibíamos con la docilidad de aquellos que íbamos a la escuela a aprender. Lo hacíamos escuchando y realizando las tareas que se nos asignaban. Nunca se nos ocurrió plantearnos si lo nuestro, en mi caso, los conocimientos que traía del potrero, donde teníamos largas tertulias con mis amigos hasta bien entrado el atardecer y los juegos propios de esa edad, eran conocimientos válidos. Simplemente eran nuestros (nuestros si incluimos a los amigos y amigos que a veces concurríamos al mismo grado). Eran vivencias, eran experiencias, eran “cosas entre nosotros”. Lo serio, lo que “debía ser”. Era lo que nos preparaba para “cuando fuéramos grandes”. En las aulas, callados y pasivos frente a la “señorita” (no se de dónde vendrá ese término arcaico aplicado a una docente con varias decenas de años en su haber) ya que ella tenía el máximo del saber.
Una vez egresados y casi sin darnos cuenta, esos conocimientos vulgares se adosaron al conocimiento académico que recibimos y así fuimos pasando de etapa educativa a otra, quizá hasta el presente. Nuestro saber terciario, si bien con importantes cambios (ya no hay mayoría de profesores expositores y más “delegadores de tareas”) también circula aún por esos carriles.
La propuesta constructivista ha de abrirse camino a décadas (¿siglos?) del tipo de enseñanza transmisiva, ha de abrirse camino a muchos saberes estancados y rígidos que han conformado personas y docentes de igual talante. Como un saber emergente debe tener la firmeza de su propuesta como la humildad de la proposición. Los valores educativos que propugna son altamente atendibles y, sin duda, salvo que ocurran esos raros giros históricos retrospectivos, se irá imponiendo paulatinamente como la propuesta educativa más viable hoy.
Es difícil adaptarse a una nueva modalidad. Quien se siente cómodo/a en una forma de educar, podrá asentir racionalmente, pero en su praxis cotidiana seguirá reproduciendo la vieja escuela. Tal vez con algún cambio que flexibilice antiguas rigideces, pero en su esencialidad seguirá la línea que a él o a ella misma lo formó. Tomará tiempo y tal vez más de una generación su necesaria implantación. Tal vez el giro fundamental no sea tomado por iniciativa docente ni tan siquiera por una política educativa que se convenza de su validez educativa. El gran cambio vendrá por los propios alumnos que ya no están dispuestos a seguir siendo pasivos frente al docente. Ya no lo son y exigen ser escuchados en sus saberes.
Es verdad que son catalogados como muy pobres esos saberes. Adolescentes cumbializados, adormilados, pasatiempistas, ciberizados, etc. Pero es el humus común de nuestros alumnos hoy. Tienen esa base, esos cimientos. No hay otros. Hay que construir con ellos desde allí, porque si seguimos creyendo que el “depósito” de conocimientos transformará la vida del niño o adolescente hoy, nos estamos engañando. Las generaciones han cambiado, los padres han cambiado, los docentes ya han empezado a cambiar. Sin duda, la escuela tendrá que cambiar. Es un momento histórico, doloroso, difícil, pero actual. Es éste y no hay otro y hay que abordarlo con las herramientas que disponemos. El constructivismo es un camino, tal vez haya otros, pero sin duda, ya no podemos ser lo que éramos ni tampoco nuestra querida escuela.
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