Cincel De Arena -María Victoria Córdoba
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Cincel De Arena -María Victoria Córdoba
Cincel De Arena
Roca cubierta de siglos,
enmienda de derrumbes tallados;
anacoreta de piedra, de pedazos de arena,
de metales heridos, de trozos de madera.
Los ojos, taladran las sobras,
las manos surcan abismos,
descubren distancias absortas,
lejanas
y en el bronce se aparean,
con la fuerza y con las alas de un buitre.
Tocar la hora,
agujerear el ahora,
ser la gruta, que se bebe despacio
burbujea al insomnio, mirando a la ventana
con una espina, metida en las ojeras.
El cincel se detiene
traspasa la recta,
mira el perfil y le sumerge las manos en la espalda;
la gubia convexa y cóncava
la mueca de un verso reteñido
y el afán del aire
respira
un poco de su miedo, entre carcajadas;
la lima, modela con nostalgias
la lanza que danza
en la carne, en la sangre
y en las guerras que rezan
a los amuletos con sus religiones.
Colgado de las arandelas del sol
crepita el horno,
los transeúntes contienen las respiración
se seca la arcilla,
y la contradicción
escurre la cera del molde que reposa
como un felino.
De Policleto a Leonardo
las simetrías labran el agua
y los músculos dormidos reparan
la conciencia paralela
de la piel vagabunda y sedente, de la rebeca;
deseo entre dudas y certezas
que en la última vértebra lumbar
es el pozo, en que ella, se baña.
El eco del martillo deja entrar la luz
que traga partituras de huesos y tendones
y un giro de desiertos beduinos
afuera
sus hambres atracan;
con el trépano de quejas perplejas
se arañan la piel
quienes miran
otra roca,
roca y obra
obra.
María Victoria Córdoba
Roca cubierta de siglos,
enmienda de derrumbes tallados;
anacoreta de piedra, de pedazos de arena,
de metales heridos, de trozos de madera.
Los ojos, taladran las sobras,
las manos surcan abismos,
descubren distancias absortas,
lejanas
y en el bronce se aparean,
con la fuerza y con las alas de un buitre.
Tocar la hora,
agujerear el ahora,
ser la gruta, que se bebe despacio
burbujea al insomnio, mirando a la ventana
con una espina, metida en las ojeras.
El cincel se detiene
traspasa la recta,
mira el perfil y le sumerge las manos en la espalda;
la gubia convexa y cóncava
la mueca de un verso reteñido
y el afán del aire
respira
un poco de su miedo, entre carcajadas;
la lima, modela con nostalgias
la lanza que danza
en la carne, en la sangre
y en las guerras que rezan
a los amuletos con sus religiones.
Colgado de las arandelas del sol
crepita el horno,
los transeúntes contienen las respiración
se seca la arcilla,
y la contradicción
escurre la cera del molde que reposa
como un felino.
De Policleto a Leonardo
las simetrías labran el agua
y los músculos dormidos reparan
la conciencia paralela
de la piel vagabunda y sedente, de la rebeca;
deseo entre dudas y certezas
que en la última vértebra lumbar
es el pozo, en que ella, se baña.
El eco del martillo deja entrar la luz
que traga partituras de huesos y tendones
y un giro de desiertos beduinos
afuera
sus hambres atracan;
con el trépano de quejas perplejas
se arañan la piel
quienes miran
otra roca,
roca y obra
obra.
María Victoria Córdoba
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Puntos : 43748
Fecha de inscripción : 16/03/2013
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