La influencia de “La Ganga"
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La influencia de “La Ganga"
La influencia de “La Ganga"
"Éramos gente pobre, por falta de educación, no podíamos avanzar. Recuerdo que me gustaba mucho el baseball, y era el único que no tenía un guante, y por lo general me prestaban, y hacían burla de mí. Pensé que Dios era injusto. Vi que entró amargura, rencor, y eso mismo se apoderó de mí, de mi corazón."
Queriendo huir de la pobreza y movido por un corazón lleno de rebeldía, John buscó refugio en la calle, donde su vida comenzó a cambiar.
"No sabíamos la formación de lo que era una pandilla. Éramos de once o doce años de edad, pero comenzamos a identificarnos como un grupo. Nos dimos cuenta de la fuerza que teníamos juntos, de la influencia que podíamos tener, el miedo que podíamos causar en el barrio, y nos encontramos vendiendo y traficando droga en la calle. Eso mismo nos abrió las puertas a muchas otras cosas, tal como: la vida del pandillero, la influencia de la ganga. Eso nos dio identidad, nos dio una fuerza, un poder."
Esto era solo el comienzo de lo que para John sería una peligrosa aventura.
"A la edad de trece años había experimentado con casi todas las drogas. Experimentábamos mucho con la combinación de drogas: PCP, LSD, cocaína, crack. Y también experimentábamos mucho con el respirar los vapores de pintura, pegadora."
Las consecuencias del uso exagerado de las drogas, no se harían esperar.
"A la edad de trece años tuve una sobredosis de esos vapores. Estuve inconsciente por unos tres días. Hablaban conmigo los psiquiatras, y con mis padres, y me dijeron que estaba en riesgo de perder la capacidad de pensar si seguía mi camino. Por un tiempo no experimenté la droga de nuevo, "me limpié", como dicen algunos, por un tiempo, pero dentro de unas cuantas semanas regresé a lo mismo."
Con tan solo dieciséis años, John tuvo otra sobredosis.
"En esta ocasión perdí conciencia por unas tres semanas. Me habían internado en el manicomio, y no sabía dónde estaba, pero sentía algo, y recuerdo, abrí mis ojos y sentí algo mojado cayéndome y oí unas voces y personas riéndose, y cuando di la vuelta me di cuenta que, que eran los médicos que se estaban orinando sobre mí, riéndose de mi, me sentí como un animal. Había llegado a una profundidad, a un lugar donde ya no me sentía como un ser humano. No me podía proteger, no podía defenderme, y toda mi dignidad, todo lo que yo era, estaba totalmente destruido."
"Me sentía cuando, con una vergüenza de sentarme en frente del psiquiatra con mi mamá, ella llorando, viéndome. El psiquiatra diciéndole: "Su hijo ya no es normal, ha perdido toda función. Él quizá ya no podrá pensar por sí mismo". Recuerdo a mi padre bajar su cabeza, poniendo su mano sobre mi hombro y diciéndole al psiquiatra: Es nuestro hijo, y le seguiremos amando."
Milagrosamente, al tiempo, John consiguió salir de la institución mental, pero él ya tenía planificado lo que iba a hacer con su vida.
"Saqué una pistola que traía debajo del asiento del auto, miré la pistola, lo pensé bien, sentí el frío de la pistola en mi boca, cerré mis ojos y quise disparar la pistola, y oí donde hizo "click", el martillo le pega a la bala. Yo pensé: "Ahora voy a sentir el dolor, ahora sí va a terminar todo", pero pasó nada, y dije: "Todavía estoy vivo, ¿Qué pasó?" Miré la pistola y dije: "No disparó la bala", y abrí la pistola donde estaban las balas y vi donde el martillo le había pegado a la bala, pero no disparaba. Pensé: "Quizás era una mala bala". Cerré la pistola y disparé, traté de disparar tres, cuatro, cinco veces y le di vuelta a todas las balas, y ninguna bala disparaba en mi boca, y dije: "Que increíble... ¿Tan malo estoy que ni siquiera me puedo matar?", y tiré la pistola fuera de la ventanilla y me fui a la casa.
Cuando llegué a la casa, encontré a mi mamá y a mi papá arrodillados en la sala orando, y los escuché decir estas palabras: "Señor, donde esté nuestro hijo, pon tu mano sobre él y protégelo".
A pesar de todo lo sucedido, John siguió aferrado a una vida delictiva. Mientras agredía a un joven al cual quería robar, sucedió algo inesperado.
"Un muchacho sangriento en la calle, me dice: "Me quebraste la nariz, ¿Por qué hiciste eso? Mira no te vayas, no te vayas, dime ¿cómo te llamas?" "¿Por qué querés saber mi nombre? "Quiero saber quién me quebró la nariz", dice. "Me llamo John Méndez".
Me dice el joven: "Cuando Cristo murió en la cruz, Él dijo: Esto es para John Méndez, para que él sepa que no importa lo que él ha pasado, yo puedo cambiar su vida". Y eso tocó allá mi corazón".
Tocado por las palabras de este joven, John tomaría la decisión más importante de su vida.
"Yo le dije al Señor: "Tú conoces todo lo que he pasado, si estás dispuesto a perdonarme, perdóname por favor Señor". Yo escuché al Señor diciéndome: "No importa lo que estés pasando, lo que has pasado, el pecado que has cometido, yo te lo perdonaré". Y le dije al Señor: "Me arrepiento de lo que yo he hecho y te acepto como Señor y Salvador de mi vida". Cuando dije esas palabras, mi vida totalmente cambió, te puedo decir al instante mi vida totalmente cambió. Yo sentí el poder milagroso de Dios venir sobre la vida mía, y en ese instante transformarme a un joven que no tenía ningún futuro, ningún propósito en la vida, a uno que se sentía rescatado del pecado".
Jesús comenzó un proceso milagroso de transformación en la vida de John. Tras mucho esfuerzo, él consiguió graduarse de la universidad. Hoy es conferencista, consultor, político y pastor.
"Ahora, treinta y cinco años más tarde, le doy gracias al Señor. Estoy casado, tengo hijos, tengo nietos. He predicado en muchas partes del mundo, viajado y predicado a miles de jóvenes, sentado otra vez con presidentes, con príncipes, líderes de naciones. Dios ha sido bueno para con mi vida"
Y hoy, John comparte un mensaje de esperanza con muchos.
"Piensas de que el suicidio es la respuesta para ti, ¡no!, la muerte no es la respuesta. La vida en Cristo es la respuesta. Estás pensando: "He cometido tanto pecado, he hecho tantas cosas, no hay nadie ni nada que me pueda perdonar..." La sangre de Cristo, el perdón por medio de Cristo Jesús puede restaurar la vida tuya, y darte la esperanza que tú necesitas en la vida tuya".
club700
AMARILIS RIVERA
HÉCTOR HERMOSILLO HERNÁNDEZ
"Éramos gente pobre, por falta de educación, no podíamos avanzar. Recuerdo que me gustaba mucho el baseball, y era el único que no tenía un guante, y por lo general me prestaban, y hacían burla de mí. Pensé que Dios era injusto. Vi que entró amargura, rencor, y eso mismo se apoderó de mí, de mi corazón."
Queriendo huir de la pobreza y movido por un corazón lleno de rebeldía, John buscó refugio en la calle, donde su vida comenzó a cambiar.
"No sabíamos la formación de lo que era una pandilla. Éramos de once o doce años de edad, pero comenzamos a identificarnos como un grupo. Nos dimos cuenta de la fuerza que teníamos juntos, de la influencia que podíamos tener, el miedo que podíamos causar en el barrio, y nos encontramos vendiendo y traficando droga en la calle. Eso mismo nos abrió las puertas a muchas otras cosas, tal como: la vida del pandillero, la influencia de la ganga. Eso nos dio identidad, nos dio una fuerza, un poder."
Esto era solo el comienzo de lo que para John sería una peligrosa aventura.
"A la edad de trece años había experimentado con casi todas las drogas. Experimentábamos mucho con la combinación de drogas: PCP, LSD, cocaína, crack. Y también experimentábamos mucho con el respirar los vapores de pintura, pegadora."
Las consecuencias del uso exagerado de las drogas, no se harían esperar.
"A la edad de trece años tuve una sobredosis de esos vapores. Estuve inconsciente por unos tres días. Hablaban conmigo los psiquiatras, y con mis padres, y me dijeron que estaba en riesgo de perder la capacidad de pensar si seguía mi camino. Por un tiempo no experimenté la droga de nuevo, "me limpié", como dicen algunos, por un tiempo, pero dentro de unas cuantas semanas regresé a lo mismo."
Con tan solo dieciséis años, John tuvo otra sobredosis.
"En esta ocasión perdí conciencia por unas tres semanas. Me habían internado en el manicomio, y no sabía dónde estaba, pero sentía algo, y recuerdo, abrí mis ojos y sentí algo mojado cayéndome y oí unas voces y personas riéndose, y cuando di la vuelta me di cuenta que, que eran los médicos que se estaban orinando sobre mí, riéndose de mi, me sentí como un animal. Había llegado a una profundidad, a un lugar donde ya no me sentía como un ser humano. No me podía proteger, no podía defenderme, y toda mi dignidad, todo lo que yo era, estaba totalmente destruido."
"Me sentía cuando, con una vergüenza de sentarme en frente del psiquiatra con mi mamá, ella llorando, viéndome. El psiquiatra diciéndole: "Su hijo ya no es normal, ha perdido toda función. Él quizá ya no podrá pensar por sí mismo". Recuerdo a mi padre bajar su cabeza, poniendo su mano sobre mi hombro y diciéndole al psiquiatra: Es nuestro hijo, y le seguiremos amando."
Milagrosamente, al tiempo, John consiguió salir de la institución mental, pero él ya tenía planificado lo que iba a hacer con su vida.
"Saqué una pistola que traía debajo del asiento del auto, miré la pistola, lo pensé bien, sentí el frío de la pistola en mi boca, cerré mis ojos y quise disparar la pistola, y oí donde hizo "click", el martillo le pega a la bala. Yo pensé: "Ahora voy a sentir el dolor, ahora sí va a terminar todo", pero pasó nada, y dije: "Todavía estoy vivo, ¿Qué pasó?" Miré la pistola y dije: "No disparó la bala", y abrí la pistola donde estaban las balas y vi donde el martillo le había pegado a la bala, pero no disparaba. Pensé: "Quizás era una mala bala". Cerré la pistola y disparé, traté de disparar tres, cuatro, cinco veces y le di vuelta a todas las balas, y ninguna bala disparaba en mi boca, y dije: "Que increíble... ¿Tan malo estoy que ni siquiera me puedo matar?", y tiré la pistola fuera de la ventanilla y me fui a la casa.
Cuando llegué a la casa, encontré a mi mamá y a mi papá arrodillados en la sala orando, y los escuché decir estas palabras: "Señor, donde esté nuestro hijo, pon tu mano sobre él y protégelo".
A pesar de todo lo sucedido, John siguió aferrado a una vida delictiva. Mientras agredía a un joven al cual quería robar, sucedió algo inesperado.
"Un muchacho sangriento en la calle, me dice: "Me quebraste la nariz, ¿Por qué hiciste eso? Mira no te vayas, no te vayas, dime ¿cómo te llamas?" "¿Por qué querés saber mi nombre? "Quiero saber quién me quebró la nariz", dice. "Me llamo John Méndez".
Me dice el joven: "Cuando Cristo murió en la cruz, Él dijo: Esto es para John Méndez, para que él sepa que no importa lo que él ha pasado, yo puedo cambiar su vida". Y eso tocó allá mi corazón".
Tocado por las palabras de este joven, John tomaría la decisión más importante de su vida.
"Yo le dije al Señor: "Tú conoces todo lo que he pasado, si estás dispuesto a perdonarme, perdóname por favor Señor". Yo escuché al Señor diciéndome: "No importa lo que estés pasando, lo que has pasado, el pecado que has cometido, yo te lo perdonaré". Y le dije al Señor: "Me arrepiento de lo que yo he hecho y te acepto como Señor y Salvador de mi vida". Cuando dije esas palabras, mi vida totalmente cambió, te puedo decir al instante mi vida totalmente cambió. Yo sentí el poder milagroso de Dios venir sobre la vida mía, y en ese instante transformarme a un joven que no tenía ningún futuro, ningún propósito en la vida, a uno que se sentía rescatado del pecado".
Jesús comenzó un proceso milagroso de transformación en la vida de John. Tras mucho esfuerzo, él consiguió graduarse de la universidad. Hoy es conferencista, consultor, político y pastor.
"Ahora, treinta y cinco años más tarde, le doy gracias al Señor. Estoy casado, tengo hijos, tengo nietos. He predicado en muchas partes del mundo, viajado y predicado a miles de jóvenes, sentado otra vez con presidentes, con príncipes, líderes de naciones. Dios ha sido bueno para con mi vida"
Y hoy, John comparte un mensaje de esperanza con muchos.
"Piensas de que el suicidio es la respuesta para ti, ¡no!, la muerte no es la respuesta. La vida en Cristo es la respuesta. Estás pensando: "He cometido tanto pecado, he hecho tantas cosas, no hay nadie ni nada que me pueda perdonar..." La sangre de Cristo, el perdón por medio de Cristo Jesús puede restaurar la vida tuya, y darte la esperanza que tú necesitas en la vida tuya".
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AMARILIS RIVERA
HÉCTOR HERMOSILLO HERNÁNDEZ
Roana Varela- Moderadora
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