EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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Extraña carta de amor, para una despedida.

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Mensaje por Roana Varela Dom Mar 02, 2014 9:10 pm

Extraña carta de amor, para una despedida.

Sonaron repetitivos golpes en la puerta del despacho de la señora directora del centro psiquiátrico.
Tras la pausa de los toque, se oyó….
-¡Adelante, pase!
Y entró en la sala una de las supervisoras del personal, portando en la mano un sobre cerrado y sin franquear.
-Señora Directora -dijo-, una de las celadoras me he hecho llegar esta carta que se la entregó Beatriz, la paciente de la habitación 325, para que al salir a la calle tras su turno, le hiciera el favor de depositarla en cualquier buzón de correos de la ciudad.
- ¡A ver, déme la carta! -gruñó despectivamente con mal humor.
La supervisora se la acercó, y su jefa se quedó mirando la extraña e inusual forma de dirección que había escrita en el sobre, y que decía lo siguiente:

“Para ser entregada personalmente a mi amor, allá donde quiera que esté”

-¡Bah, tonterías; cosas de Beatriz, la perturbada! –exclamó la directora del centro mientras metía el dedo por entre una de las rendijas del sobre, rompiéndolo, y violando también la intimidad de su contenido escrito.
Una vez con la misiva en la mano, la directora que era una mujer de unos cincuenta años, con duro y acentuado aspecto de solterona más varonil que femenina, desahuciada por la vida, avinagrada y amargada, tomó la carta, se acomodó en su butaca, y regodeándose, tras colocarse unas lentes, comenzó a leer su contenido que así decía:
______________________________________________________________________

“A mi recordado, perdido y lejano amor: un beso.
Quiera Dios, cariño, que esta carta que pide tu socorro, te llegue cuanto antes, allá donde el destino quiera que estés, y puedas venir a rescatarme de este sitio cruel donde estoy condenada a malvivir por culpa de nuestro amor. Tal vez, nunca te hayan dicho donde me hallo encerrada, incomunicada y apartada de tu lado. Por eso no vienes a llevarme contigo.
A pesar del mucho tiempo que ya hace que no sé nada de ti, te escribo para notificarte que no me busques en el lugar que solías; ya que no me hallarás en el solitario rincón del parque donde siempre, bajo la luna, solíamos encontrarnos, pues desde que en casa supieron de nuestro cariño, mis padres me han recluido en este centro, porque dicen que este amor nuestro es la causa y consecuencia de la enfermedad que padezco, según afirman los nuevos estudios que corroboran las modernas teorías de ciertos doctores.
Pero ellos, los doctores, así como tampoco mis padres, saben de las agitadas y terribles noches que he pasado, que de no haber sido por tu apoyo, hubieran terminado siendo mi perdición y mi muerte.
Tampoco, ellos ni nadie; sólo tú, conoces de mis momentos difíciles y tormentosos, cuando he tenido terribles depresiones y me he hallado sola, con tan sólo tu amor y tu compañía para mitigar mis interminables horas de ansiedad, como tampoco nunca supieron de tu comprensión y apoyo prestados en aquellos duros momentos que en la soledad y la angustia, he querido terminar con mi existencia; y gracias a ti, alejé de mi mente el fantasma del suicido; sólo a ti, te debo la vida; y sólo a ti quiero.
Nunca sabrán entender la felicidad tan plena que siempre me has dado, ni tampoco que junto a tu persona, he sentido cómo tu amor se convertía en el bálsamo sanador que mejoraba las dolencias de mi espíritu tan maltratado por los remordimientos que me hacían tener, por haber cometido sólo el delito de amarte, y que me ames.
Por ello te ruego que por el amor que nos tenemos, vengas pronto a mi lado, pues no soporto por más tiempo esta inhumana lejanía de ti, así cómo, tampoco entiendo por qué nos separan, si tanto nos amamos”.

Ana, mi amor, desesperada espero de ti una pronta respuesta.


Siempre tuya, Beatriz.
_________________________________________________


A la mañana siguiente, al amanecer, el grito desgarrador de una de las enfermeras que hacía el turno de noche, sonó por las galerías de la planta despertando a todos.
Por la rendija de debajo de la puerta de la habitación 325, salía un gran charco de sangre que lentamente se había extendido por el pasillo.
Llamados con urgencia los médicos y la directora del centro, rápidamente abrieron dicha puerta que permanecía cerrada con llave, y al fondo de la habitación, bajo las rejas del ventanal que daba al jardín del centro, hallaron a Beatriz sentada en el suelo bajo un enorme charco de sangre que manchaba el piso de la habitación, llegando hasta el pasillo. Su cuerpo estaba frío…, muy frío, y sus ojos abiertos miraban al techo.
Sobre la cama, estaban el bolígrafo y el bloc de papel de cartas que utilizó, y entre sus blancas hojas manchadas de roja sangre, estaba la foto de alguien que al dorso firmaba una dedicatoria que decía: “Contigo siempre. Con amor, Ana”.
Sus venas habían sido cortadas por ella, y la abundante sangre que resbalaba por la pared abajo, denotaba que sus manos estuvieron hasta los últimos minutos de vida, aferradas fuertemente a los hierros de la ventana; mientras su mirada huía hacia el exterior, buscando la libertad y esperando ver venir a Ana, para llevarla lejos de aquél terrible lugar.

Por los pasillos del centro, podían verse las caras de asombro de todos, por el terrible e incomprensible suceso.
La dura directora, parecía disfrutar especialmente con aquella muerte, mientras que en el cómplice silencio de su despacho, las tiras de papel blanco de aquella carta llena de emociones y afectos, destrozada por la máquina trituradora de los documentos, habían caído dentro de la papelera, y allí andaban revueltas entre los restos de otros papeles que nunca habían expresado amor ni sentimiento alguno.

Nadie, ni tampoco la destinataria de dicha esquela, -salvo la perversa directora-, llegaría nunca a leer la angustiosa carta de amor de Beatriz, en demanda de ayuda.

Autor: EL LOCO DEL CERRO
Roana Varela
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Mensaje por Roana Varela Dom Mar 02, 2014 9:51 pm

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