Espíritus de Amor
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Espíritus de Amor
Espíritus de Amor
Uno de tantos días estaba sentado con mi abuelo en aquella playa, observando ese hermoso atardecer y dejándome invadir de las historias que él me contaba; él afirmaba que más de una de esas historias no habían sido inventadas, que en realidad esa playa guarda muchas historias en medio del abrazo del mar y la arena.
Un día de tantos, antes de volver de esas vacaciones con mi abuelo, me contó una historia de amor sorprendente, una historia que aun después de veinte años de haberla escuchado todavía la recuerdo como si hubiese sido ayer que me la contó; es una historia sobre dos…
Desde hace muchos días, aquel hombre amanece sentado junto al mar, su mirada hacia un punto fijo: la inmensidad, siempre llevaba una sonrisa ocultando su profundo dolor. Los turistas que pasaban a su lado expresaban con su mirada el desprecio hacia aquel hombre, lo tildaban de loco, pues permanecía ahí sentado todo el día bajo una pequeña tienda que a duras penas le cubría del sol, pero aquellas personas nunca se sabían que aquel hombre imaginaba muchas veces no volver a despertar. Aquel hombre ha permanecido muchos días seguidos ahí sentado en el mismo sitio mirando hacia el mismo punto, parecía muerto en vida y no me cabe la menor duda que era uno de sus deseos.
Hubo un tiempo en que ese hombre fue feliz, disfrutaba cada día de su existencia como si fuera el último, aun me acuerdo de él y su sonrisa, corriendo por la playa y detrás de ella persiguiéndole hasta alcanzarla y así caer en un profundo abrazo sobre la arena, dejando que las aguas del mar los cubrieran… Ella era una mujer muy hermosa, su rostro resaltaba con los jardines primaverales, sus ojos tan negros como la noche, sus cabellos vacilantes con la brisa de la costa, era un sueño corriendo por la playa cogida de su brazo, esa era una pareja envidiable, eran solo el uno para el otro. Ella era todo para el, era toda su vida, era su principio y su final, su cielo y su infierno, y aunque el mar se la llevo él aun oye su voz, susurrándole al oído frases de amor, se hacia su aroma presente a su alrededor, sentía sus vibraciones en su pecho, aunque despertaba y aun estaba ahí frente a la inmensidad, por eso siempre permanecía ahí sentado esperando a que ella volviera y con ello siempre había un deseo al amanecer y un lamento al atardecer, esperando y deseando que la muerte venga pronto por él.
Un día, al terminar el atardecer, aquel hombre decidió levantarse y darle la espalda a una esperanza que ha estado esperando desde que sus cabellos ni siquiera tocaban sus hombros. Aquel hombre había decidido olvidarse de todo lo que había pasado, culpando al destino una y otra vez ante tan cruel injusticia, por aquellos momentos que la muerte le robo, decidió en acto de fortaleza empezar de nuevo. En el momento en que el hombre dio el primer paso, un aroma dulce empezó a invadirlo detuviendo su marcha, era aquel aroma que le invadía sus sueños, ahora le invadía despierto, pronuncio su nombre y de repente una brisa empezó a rodearlo, cada vez era mas fuerte y junto a ella el mar parecía estar intranquilo, las olas empezaban a crecer, aquel hombre en medio de un miedo inconsciente decidió volver su mirada hacia el horizonte, lo invadía mas la curiosidad que el mismo miedo.
De repente una luz muy pequeña apareció sobre las olas del mar, cada vez se hacia mas grande, tomando la forma humana, de una mujer, vestida con un vestido blanco, largo y brillantes en su cintura que terminaban con flores hacia su abdomen, aquel vestido vacilaba con la brisa mientras que sus cabellos jugueteaban con el, era ella, la mitad de su vida, flotaba sobre el mar con una sonrisa enamoradora, aquella que adornaba el paraíso, aquel hombre sorprendido salio de su pequeña tienda para acercarse y verla un poco mas de cerca, al ver que de verdad era ella una sonrisa empezó a contemplar su rostro, en ese momento el cielo se ilumino con su sonrisa, las estrellas parecían brillar mas, nacían lagrimas de amor de sus ojos al verla otra vez y tan hermosa como siempre, “Tanto te hecho de menos, aquí en mi corazón el sentimiento nunca desapareció, solo tengo tus recuerdos solo eso me hace vivir y recordarte no resulta fácil ya que olvidarte no lo haré jamás, cuantas veces quiero imaginar que tu estas y poder rozar tu piel, sentir tu corazón, no sabes que fácil fue el ayer mi amor pues me duele tanto el corazón y no se cuanto tiempo deba soportar este dolor, cada día recuerdo tanta paz, tanto amor con solo oír tu voz y sentir tu calor. Ahora mi alma vaga por las calles sin un rumbo que mantener, recordando mi pasado cuando estaba junto a ti y solo por esos recuerdos aun continuo aquí.” Unas lágrimas de cristal brotaban de los ojos de aquella mujer y aunque no podía expresar lo que sentía con palabras, aquel hombre comprendió que ya no la vería más, que su presencia era solo la despedida para siempre.
En ese momento el gran oleaje empezó a tornarse más fuerte y el hombre era consciente que su vida sin ella no era nada, así que opto por que el destino se apoderara de su vida como una vez lo hizo con ella; comenzó a caminar hacia el mar mientras ella indicaba que no lo hiciera, pero él estaba decidido. Poco a poco aquel hombre se fue hundiendo en el mar, cuando apenas podía tener sus rostro en la superficie y ella a unos pocos pasos, aquel hombre pronuncio estas palabras; “Hoy volveré a tu lado una vez mas y volveré a contemplar esa mirada tranquila” en ese momento el hombre desapareció por completo en el mar, el viento se calmo por completo y el mar volvió a su tranquila paz, aquella mujer lloraba sin cesar y así desapareció en medio de la noche.
Desde ese día nadie volvió a ver aquel hombre en la playa que acunaba en aquella pequeña tienda, sentado contemplando el horizonte, lo que ellos no saben es que él ahora por fin esta contento pues la muerte se lo llevo.
Cuentan que desde entonces en el cielo se les ve casi hasta el amanecer, juntos otra vez, reflejados sobre el mar al atardecer.
“Recuerda que el amor más fuerte y más puro no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración y que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.”
Simplemente
Pedro Calero
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