Lapso de recuerdo
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Lapso de recuerdo
Lapso de recuerdo
Tres horas sentada.
Tres horas.
Tres horas, mirando tras de aquellos rosales, preguntdose: ¿Pensará en mí?
Su respuesta, por supuesto es un: Debe ser. Y es que, cómo se olvidaría de mí. Bueno, tal vez no sea tan importante pero... ¿Y lo que vivimos juntos?
Sé decir algo, con certeza, sí. Lleva una semana sin mirar a alguna parte sin verla allí, sin sentirla presente.
Los tiempos cada vez son más difíciles, ellos ya no son aquellos niños enamorados. Con sueños, y esas ideas ridículas de que mágicamente su vida cambiaría en un chasquido. Ella casada con un hombre muy rico, apuesto y, caballeroso cual príncipe. Él, una estrella de rock, aclamado por sus miles de fanáticos; mientras a luz de sol vive la vida como un artista bohemio, escritor de poesía, novelas y pintor. Todo esto por pasatiempo, por supuesto, pues su carrera de músico le dejaría muchísimo dinero.
Pero la vida tiene muchas formas de recordarte que no eres nadie. Y una de ellas es estrellarte con el pasado y encerrarte en añoranzas por un tiempo, breve pero doloroso. Un lapso, nada más.
Tres horas y media, balanceándose bajo aquel árbol tras de los rosales. Mientas sus recuerdos se ven vagamente interrumpidos por el llanto de la niña que espera ser atendida.
Casi con dolor se aferra a la idea de que seguro es recordada, pues… ¿Quién más podría amarlo sino ella cuando era una tonta niña?
Él, al contrario tiene por seguro no ser recordado.
Otra vez de cara al techo, guitarra en mano, se siente tan desmotivado que se le ocurre dejar esas notas para otra ocasión. Quizá cuando esté más triste. Tal vez entonces se le ocurra una canción.
Es como si uno llamara al otro y cuando éste se cansa, el otro llamara al uno. Sin dar tregua al olvido, el cual hace varios años debiera haber llegado.
Qué lástima que no haya margaritas- piensa ella.
Necesito comer algo- piensa él.
Puede pasar un año y a veces un poco más sin que se vean de lejos siquiera, viviendo a unas pocas cuadras el uno del otro y en una ciudad tan pequeña.
Eso prueba lo poco que tienen en común.
Y es que, hay personas a las que odias y sin embargo no puedes evitar toparte siempre. Seguro que si las trataras, terminarían por caerte bien, porque es obvio que tienen mucho en común.
La gente que asiste a ciertos lugares, tiene ciertos gustos, y ciertos tópicos, ciertos intereses y ciertas costumbres, además de cierto estatus.
Por tanto no debe negarse que en un bar al que asisten leones, no se verán cebras.
Es tan contundente esta verdad, que él- ahora en una silla- se pregunta: ¿Cómo terminamos juntos?
Es tan innegable que ella- yendo ahora a atender a la niña- afirma: ¡Es claro por qué terminamos!
Y así cada uno seguirá su vida hasta que otra vez, la matemática de la vida los ponga en un mismo camino en esta tan pequeña ciudad.
VagOHEMIO
Tres horas sentada.
Tres horas.
Tres horas, mirando tras de aquellos rosales, preguntdose: ¿Pensará en mí?
Su respuesta, por supuesto es un: Debe ser. Y es que, cómo se olvidaría de mí. Bueno, tal vez no sea tan importante pero... ¿Y lo que vivimos juntos?
Sé decir algo, con certeza, sí. Lleva una semana sin mirar a alguna parte sin verla allí, sin sentirla presente.
Los tiempos cada vez son más difíciles, ellos ya no son aquellos niños enamorados. Con sueños, y esas ideas ridículas de que mágicamente su vida cambiaría en un chasquido. Ella casada con un hombre muy rico, apuesto y, caballeroso cual príncipe. Él, una estrella de rock, aclamado por sus miles de fanáticos; mientras a luz de sol vive la vida como un artista bohemio, escritor de poesía, novelas y pintor. Todo esto por pasatiempo, por supuesto, pues su carrera de músico le dejaría muchísimo dinero.
Pero la vida tiene muchas formas de recordarte que no eres nadie. Y una de ellas es estrellarte con el pasado y encerrarte en añoranzas por un tiempo, breve pero doloroso. Un lapso, nada más.
Tres horas y media, balanceándose bajo aquel árbol tras de los rosales. Mientas sus recuerdos se ven vagamente interrumpidos por el llanto de la niña que espera ser atendida.
Casi con dolor se aferra a la idea de que seguro es recordada, pues… ¿Quién más podría amarlo sino ella cuando era una tonta niña?
Él, al contrario tiene por seguro no ser recordado.
Otra vez de cara al techo, guitarra en mano, se siente tan desmotivado que se le ocurre dejar esas notas para otra ocasión. Quizá cuando esté más triste. Tal vez entonces se le ocurra una canción.
Es como si uno llamara al otro y cuando éste se cansa, el otro llamara al uno. Sin dar tregua al olvido, el cual hace varios años debiera haber llegado.
Qué lástima que no haya margaritas- piensa ella.
Necesito comer algo- piensa él.
Puede pasar un año y a veces un poco más sin que se vean de lejos siquiera, viviendo a unas pocas cuadras el uno del otro y en una ciudad tan pequeña.
Eso prueba lo poco que tienen en común.
Y es que, hay personas a las que odias y sin embargo no puedes evitar toparte siempre. Seguro que si las trataras, terminarían por caerte bien, porque es obvio que tienen mucho en común.
La gente que asiste a ciertos lugares, tiene ciertos gustos, y ciertos tópicos, ciertos intereses y ciertas costumbres, además de cierto estatus.
Por tanto no debe negarse que en un bar al que asisten leones, no se verán cebras.
Es tan contundente esta verdad, que él- ahora en una silla- se pregunta: ¿Cómo terminamos juntos?
Es tan innegable que ella- yendo ahora a atender a la niña- afirma: ¡Es claro por qué terminamos!
Y así cada uno seguirá su vida hasta que otra vez, la matemática de la vida los ponga en un mismo camino en esta tan pequeña ciudad.
VagOHEMIO
Roana Varela- Moderadora
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