Con el gran mal que me sobra... de Jorge Manrique
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Con el gran mal que me sobra... de Jorge Manrique
Con el gran mal que me sobra...
de Jorge Manrique
I
Con el gran mal que me sobra
y el gran bien que me fallece,
en comenzando algún obra.
la tristeza que me cobra
todas mis ganas empece;
y en queriendo ya callar,
se levantan mil suspiros
y gemidos a la par,
que no me dejan estar
ni me muestran qué deciros.
II
No que mi decir se esconda,
mas no hallo que aproveche,
que puesto que me responda
vuestra vela o vuestra ronda,
responderá que yo peche;
dirá luego: -¿Quién te puso
en contienda ni cuestión?
Yo, aunque bien no me escuso
ni rehúso ser confuso,
contaré la ocasión.
III
Y diré que me llamaron
por los primeros mensajes,
cien mil que os alabaron
y alabando no negaron
recibidos mil ultrajes;
mas es tal vuestra beldad,
vuestras gracias y valer,
que Razón y Voluntad
os dieron su libertad
sin poderse defender.
IV
Emprendí, pues, noramala
ya de veros por mi mal,
y en subiendo por la escala,
no sé cuál pie me resbala,
no curé de la señal;
y en llegando a la presencia
de bienes tan remontados,
mis Deseos y Cuidados
todos se vieron lanzados
delante vuestra excelencia.
V
Allí fue la gran cuestión
entre Querer y Temor;
cada cual con su razón
esforzando la pasión
y alterando la color;
y aunque estaba apercibido
y artero de escarmentado,
cuando hubieron concluido,
el temeroso partido
se rindió al esforzado.
VI
Y como tardé en me dar
esperando toda afrenta,
después no pude sacar
partido para quedar
con alguna fuerza exenta;
antes me di tan entero
a vos sola de quien soy,
que merced de otra no espero,
sino de vos, por quien muero,
y aunque muera, más me doy.
VII
Y en hallándome cautivo
y alegre de tal prisión,
ni me fue el placer esquivo
ni el pensar me dio motivo
de sentir mi perdición;
antes fui acrecentando
las fuerzas de mis prisiones
y mis pasos acortando,
sintiendo, yendo, mirando
vuestras obras y razones.
VIII
Y aunque todos mis sentidos
de sus fines no gozaron,
los ojos embebecidos
fueron tan bien acogidos,
que del todo me alegraron;
mas mi dicha -no hadada
a consentirme tal gozo-
se volvió tan presto airada,
que mi bien fue todo nada
y mi gozo fue en el pozo.
IX
Robome una niebla oscura
esta gloria de mis ojos,
la cual, por mi desventura,
fue ocasión de mi tristura,
y aun la fin de mis enojos;
cual quedé, pues, yo quedando,
ya no hay mano que lo escriba,
que si yo lo voy pintando,
mis ojos lo van borrando
con gotas de sangre viva.
X
La crudeza de mis males
más se calla en la decir,
pues mis dichos no son tales
que igualen las desiguales
congojas de mi vivir;
mas después de atormentado
con cien mil agrios martirios,
diré cual amortajado
queda muerto y no enterrado,
a oscuras, sin luz ni cirios.
XI
Cual aquel cuerpo sagrado
de San Vicente bendito,
después de martirizado,
a las fieras fue lanzado
por cruel mando maldito;
mas otro mando mayor
de Dios, por quien padeció,
le envió por defensor
un lobo muy sin temor
y un cuervo que lo ayudó.
XII
FIN
Así aguardan mi persona,
por milagro, desque he muerto,
un león con su corona
y un cuervo que no abandona
mi ser hasta ser despierto.
Venga, pues, vuestra venida
en fin de toda mi cuenta;
venga ya y verá mi vida
que se fue con vuestra ida,
mas debe quedar contenta.
de Jorge Manrique
I
Con el gran mal que me sobra
y el gran bien que me fallece,
en comenzando algún obra.
la tristeza que me cobra
todas mis ganas empece;
y en queriendo ya callar,
se levantan mil suspiros
y gemidos a la par,
que no me dejan estar
ni me muestran qué deciros.
II
No que mi decir se esconda,
mas no hallo que aproveche,
que puesto que me responda
vuestra vela o vuestra ronda,
responderá que yo peche;
dirá luego: -¿Quién te puso
en contienda ni cuestión?
Yo, aunque bien no me escuso
ni rehúso ser confuso,
contaré la ocasión.
III
Y diré que me llamaron
por los primeros mensajes,
cien mil que os alabaron
y alabando no negaron
recibidos mil ultrajes;
mas es tal vuestra beldad,
vuestras gracias y valer,
que Razón y Voluntad
os dieron su libertad
sin poderse defender.
IV
Emprendí, pues, noramala
ya de veros por mi mal,
y en subiendo por la escala,
no sé cuál pie me resbala,
no curé de la señal;
y en llegando a la presencia
de bienes tan remontados,
mis Deseos y Cuidados
todos se vieron lanzados
delante vuestra excelencia.
V
Allí fue la gran cuestión
entre Querer y Temor;
cada cual con su razón
esforzando la pasión
y alterando la color;
y aunque estaba apercibido
y artero de escarmentado,
cuando hubieron concluido,
el temeroso partido
se rindió al esforzado.
VI
Y como tardé en me dar
esperando toda afrenta,
después no pude sacar
partido para quedar
con alguna fuerza exenta;
antes me di tan entero
a vos sola de quien soy,
que merced de otra no espero,
sino de vos, por quien muero,
y aunque muera, más me doy.
VII
Y en hallándome cautivo
y alegre de tal prisión,
ni me fue el placer esquivo
ni el pensar me dio motivo
de sentir mi perdición;
antes fui acrecentando
las fuerzas de mis prisiones
y mis pasos acortando,
sintiendo, yendo, mirando
vuestras obras y razones.
VIII
Y aunque todos mis sentidos
de sus fines no gozaron,
los ojos embebecidos
fueron tan bien acogidos,
que del todo me alegraron;
mas mi dicha -no hadada
a consentirme tal gozo-
se volvió tan presto airada,
que mi bien fue todo nada
y mi gozo fue en el pozo.
IX
Robome una niebla oscura
esta gloria de mis ojos,
la cual, por mi desventura,
fue ocasión de mi tristura,
y aun la fin de mis enojos;
cual quedé, pues, yo quedando,
ya no hay mano que lo escriba,
que si yo lo voy pintando,
mis ojos lo van borrando
con gotas de sangre viva.
X
La crudeza de mis males
más se calla en la decir,
pues mis dichos no son tales
que igualen las desiguales
congojas de mi vivir;
mas después de atormentado
con cien mil agrios martirios,
diré cual amortajado
queda muerto y no enterrado,
a oscuras, sin luz ni cirios.
XI
Cual aquel cuerpo sagrado
de San Vicente bendito,
después de martirizado,
a las fieras fue lanzado
por cruel mando maldito;
mas otro mando mayor
de Dios, por quien padeció,
le envió por defensor
un lobo muy sin temor
y un cuervo que lo ayudó.
XII
FIN
Así aguardan mi persona,
por milagro, desque he muerto,
un león con su corona
y un cuervo que no abandona
mi ser hasta ser despierto.
Venga, pues, vuestra venida
en fin de toda mi cuenta;
venga ya y verá mi vida
que se fue con vuestra ida,
mas debe quedar contenta.
Marcela Noemí Silva- Admin
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Estrella- Cantidad de envíos : 2057
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