ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- IX A LOLIO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- IX A LOLIO
IX A LOLIO
No temas que perezcan un día las canciones que yo, nacido en las riberas del Áufido estruendoso, compuse con arte enteramente nuevo para acompañarlas a los acordes de la lira.
Si Homero el Meonio ocupa el primer asiento, no dejan de brillar las Musas de Pindaro y Simónides de Cos, las estrofas amenazadoras de Alceo y las graves de Estesícoro.
La edad no ha conseguido borrar de la memoria los deliciosos juegos de Anacreonte, y aun respiran amor y arden en vivas llamas los cantos de la poetisa Safo.
Hélena, la hija de Esparta, no fue la única mujer que se abrasó en la pasión de un adultero, seducida por sus blondos cabellos, su traje recamado de oro, su fausto real y su lucido acompañamiento.
No fue Teucro el primero que disparó las flechas del arco cretense, ni Troya sitiada una sola vez, ni el gran Idomeneo y Esténelo pelearon solos en batallas que habían de eternizar las Musas, ni el bravo Héctor y el pujante Deífobo fueron los únicos que recibiesen mortales heridas en defensa de sus caros hijos y púdicas esposas, Muchos valientes vivieron antes que Agamenón, pero han muerto desconocidos y sin que nadie los llorase, por no alcanzar la fortuna de que un vate inspirado realzara sus ínclitos hechos.
El valor que permanece oculto dista poco de la inútil pereza. Yo no economizaré en mis páginas tus alabanzas, ni consentiré, Lolio, que un silencio envidioso sepulte tus muchos y loables trabajos. Estás dotado de un ánimo previsor, tan constante en los tiempos dudosos como en los bonancibles; eres justo en el castigo del fraude que nace de la avaricia, y menosprecias el oro que pretende para sí todo provecho. Cónsul no de un año, sino cuantas veces antepones lo honrado a lo útil, como juez incorruptible y severo, rechazas los dones de los perversos con ceño en el semblante, y sale vencedora tu probidad de las ruines catervas enemigas.
No llames nunca venturoso al poseedor de grandes riquezas; más bien merece ese nombre el que sabe gozar con moderación los presentes de los dioses, y sufrir sin lamentos los rigores de la pobreza; el que teme una acción reprobada más que la muerte, y aventura la vida con intrepidez por su patria y sus caros amigos.
No temas que perezcan un día las canciones que yo, nacido en las riberas del Áufido estruendoso, compuse con arte enteramente nuevo para acompañarlas a los acordes de la lira.
Si Homero el Meonio ocupa el primer asiento, no dejan de brillar las Musas de Pindaro y Simónides de Cos, las estrofas amenazadoras de Alceo y las graves de Estesícoro.
La edad no ha conseguido borrar de la memoria los deliciosos juegos de Anacreonte, y aun respiran amor y arden en vivas llamas los cantos de la poetisa Safo.
Hélena, la hija de Esparta, no fue la única mujer que se abrasó en la pasión de un adultero, seducida por sus blondos cabellos, su traje recamado de oro, su fausto real y su lucido acompañamiento.
No fue Teucro el primero que disparó las flechas del arco cretense
El valor que permanece oculto dista poco de la inútil pereza. Yo no economizaré en mis páginas tus alabanzas, ni consentiré, Lolio, que un silencio envidioso sepulte tus muchos y loables trabajos. Estás dotado de un ánimo previsor, tan constante en los tiempos dudosos como en los bonancibles; eres justo en el castigo del fraude que nace de la avaricia, y menosprecias el oro que pretende para sí todo provecho. Cónsul no de un año, sino cuantas veces antepones lo honrado a lo útil, como juez incorruptible y severo, rechazas los dones de los perversos con ceño en el semblante, y sale vencedora tu probidad de las ruines catervas enemigas.
No llames nunca venturoso al poseedor de grandes riquezas; más bien merece ese nombre el que sabe gozar con moderación los presentes de los dioses, y sufrir sin lamentos los rigores de la pobreza; el que teme una acción reprobada más que la muerte, y aventura la vida con intrepidez por su patria y sus caros amigos.
Roana Varela- Moderadora
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