ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- VI HIMNO A APOLO Y DIANA
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ODAS DE HORACIO- LIBRO IV- VI HIMNO A APOLO Y DIANA
VI HIMNO A APOLO Y DIANA
¡Oh Dios que hiciste sentir tu venganza a los hijos de la arrogante Níobe, al raptor Titio y al tésalo Aquiles, ya casi vencedor de la esforzada Troya; caudillo que aventajaba a todos, y sólo se reconocía inferior a ti, aunque hijo valeroso de la marina Tetis que hizo temblar las torres de Pérgamo con su tremenda lanza.
Como el pino que derriban los golpes del hacha, o el ciprés arrancado por la violencia del Euro, cayó por fin a lo largo en el suelo, y tuvo que morder el polvo troyano.
Pero jamás oculto en el vientre del engañoso caballo que se ofrecía a Minerva, hubiera sorprendido a los troyauos en sus fiestas intempestivas, ni el alegre palacio de Príamo en medio de las músicas y las danzas, sino a la luz del día, implacable con los cautivos, hubiese, ¡qué horror!, abrasado en las llamas de los aqueos a los niños que acababan de nacer y a los que alentasen en el seno materno, si el padre de los dioses, vencido por tus ruegos y los de la hermosa Venus, no acordase a los destinos de Eneas levantar otros muros con más faustos auspicios.
Tú, Febo, que enseñas a pulsar la cítara de Talía a los griegos y lavas tu cabellera en las ondas del Janto, tú, que proteges nuestras ciudades, defiende el honor de las Musas latinas,.
Tú eres quien me alienta, tú me concedes el arte seductor de los versos y el renombre de poeta. ¡Oh las primeras de nuestras vírgenes!; ¡oh mancebos nacidos de insignes progenitores!, hermoso cortejo de la diosa de Delos; que con las flechas de su arco detiene la carrera de los veloces linces y los ciervos, observad las leyes del metro sáfico, obedientes a las señales que os hago con el dedo.
Elevad vuestros himnos al hijo de Latona y a la diosa de la noche, cuya faz creciente fertiliza los sembrados y en su rápido curso nos vuelve los meses fugitivos.
Cuando seas casada exclamarás: «Yo entoné canciones gratas a los dioses, dócil a las órdenes del poeta Horacio, en los días festivos del siglo que expiraba.»
¡Oh Dios que hiciste sentir tu venganza a los hijos de la arrogante Níobe, al raptor Titio y al tésalo Aquiles, ya casi vencedor de la esforzada Troya; caudillo que aventajaba a todos, y sólo se reconocía inferior a ti, aunque hijo valeroso de la marina Tetis que hizo temblar las torres de Pérgamo con su tremenda lanza.
Como el pino que derriban los golpes del hacha, o el ciprés arrancado por la violencia del Euro, cayó por fin a lo largo en el suelo, y tuvo que morder el polvo troyano.
Pero jamás oculto en el vientre del engañoso caballo que se ofrecía a Minerva, hubiera sorprendido a los troyauos en sus fiestas intempestivas, ni el alegre palacio de Príamo en medio de las músicas y las danzas, sino a la luz del día, implacable con los cautivos, hubiese, ¡qué horror!, abrasado en las llamas de los aqueos a los niños que acababan de nacer y a los que alentasen en el seno materno, si el padre de los dioses, vencido por tus ruegos y los de la hermosa Venus, no acordase a los destinos de Eneas levantar otros muros con más faustos auspicios.
Tú, Febo, que enseñas a pulsar la cítara de Talía a los griegos y lavas tu cabellera en las ondas del Janto, tú, que proteges nuestras ciudades, defiende el honor de las Musas latinas,
Tú eres quien me alienta, tú me concedes el arte seductor de los versos y el renombre de poeta. ¡Oh las primeras de nuestras vírgenes!; ¡oh mancebos nacidos de insignes progenitores!, hermoso cortejo de la diosa de Delos; que con las flechas de su arco detiene la carrera de los veloces linces y los ciervos, observad las leyes del metro sáfico, obedientes a las señales que os hago con el dedo.
Elevad vuestros himnos al hijo de Latona y a la diosa de la noche, cuya faz creciente fertiliza los sembrados y en su rápido curso nos vuelve los meses fugitivos.
Cuando seas casada exclamarás: «Yo entoné canciones gratas a los dioses, dócil a las órdenes del poeta Horacio, en los días festivos del siglo que expiraba.»
Roana Varela- Moderadora
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