ODAS DE HORACIO- LIBRO III- III AL VARÓN CONSTANTE
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ODAS DE HORACIO- LIBRO III- III AL VARÓN CONSTANTE
III AL VARÓN CONSTANTE
Al varón justo y firme en sus propósitos no lo apartarán del recto camino los gritos de los ciudadanos que le incitan al crimen, el aspecto amenazador de un tirano, el Austro que subleva las olas inquietas del Adriático, ni la mano poderosa del fulminante Jove. Si el orbe estalla hecho pedazos, las ruinas le cogerán sin espanto.
Merced a esta fortaleza, Pólux y el infatigable Hércules escalaron las celestes mansiones, y Augusto, reclinado entre tales héroes, apura el néctar de los divinos banquetes; por ella mereció el padre Baco que los tigres, doblando al yugo su indócil cuello, lo condujeran en su carro, y que Quirino triunfase del Aqueronte, arrastrado por los bridones de Marte, gracias a la elocuencia desplegada por Juno en la asamblea de los dioses. «Ilión, Ilión, un Juez incestuoso y fatal para ti y una mujer extranjera te han reducido a pavesas, pues desde el día en que dejó Laomedonte de pagar a los Númenes las pactadas recompensas, su pueblo, con su fraudulento rey, fue entregado a mi venganza y a la de la casta Minerva.
Ya no resplandece el famoso huésped de la adúltera espartana, ni la perjura casa de Príamo rechaza con el brío de Héctor a los intrépidos aqueos; acabó, por fin, la guerra que prolongaron nuestras disensiones. Satisfecho mi odio rencoroso, entrego a Marte el nieto aborrecido que dio a luz una sacerdotisa troyana; le consiento subir a la cumbre luminosa del Olimpo, beber las copas de néctar y sentarse en la tranquila compañía de los dioses.
Vivan estos desterrados en cualquier parte felices, siempre que el mar bravío se interponga entre Roma e Ilión; siempre que el ganado insulte sin temor los sepulcros de Paris y Príamo, y las fieras no perseguidas oculten allí sus cachorros. Que el Capitolio brille esplendoroso, y la triunfante Roma pueda dictar leyes a los medos vencidos y extender el terror de su nombre a los postreros confines por donde el mar separa el África de Europa, y por los campos que riegan las inundaciones del Nilo.
Que se muestre más generosa despreciando el oro oculto en el seno de la tierra, donde debía permanecer siempre escondido, que hábil en aprovecharlo para los usos humanos, o pronta a arrebatarlo de los templos con mano sacrílega.
Que llegue a sojuzgar con sus armas las regiones más apartadas del mundo, y dilate su dominio desde las zonas tostadas por el sol, a las que yacen envueltas por las nieblas y las lluvias del invierno.
Pero anuncio tan felices hados a los romanos con esta condición: que no intenten por un exceso de piedad o sobra de confianza en su suerte levantar las murallas de la ciudad donde vivieron sus antepasados.
Troya, renaciendo bajo funestos auspicios, volvería a sucumbir con espantoso estrago; porque yo, la hermana y esposa de Jove, lanzaría contra ella las falanges que la arruinara.
Si Apolo la ciñese de un triple muro de bronce, caería tres veces al ímpetu de mis aqueos, y tres veces las matronas cautivas habrían de llorar la muerte de sus hijos y esposos.»
Pero, Musa, ¿adónde diriges tu vuelo? Tan altos asuntos no convienen a mi lira juguetona; cesa en tu porfía de referir los discursos de los dioses y cantar sus designios a tus débiles acordes.
Al varón justo y firme en sus propósitos no lo apartarán del recto camino los gritos de los ciudadanos que le incitan al crimen, el aspecto amenazador de un tirano, el Austro que subleva las olas inquietas del Adriático, ni la mano poderosa del fulminante Jove. Si el orbe estalla hecho pedazos, las ruinas le cogerán sin espanto.
Merced a esta fortaleza, Pólux y el infatigable Hércules escalaron las celestes mansiones, y Augusto, reclinado entre tales héroes, apura el néctar de los divinos banquetes; por ella mereció el padre Baco que los tigres, doblando al yugo su indócil cuello, lo condujeran en su carro, y que Quirino triunfase del Aqueronte, arrastrado por los bridones de Marte, gracias a la elocuencia desplegada por Juno en la asamblea de los dioses. «Ilión, Ilión, un Juez incestuoso y fatal para ti y una mujer extranjera te han reducido a pavesas, pues desde el día en que dejó Laomedonte de pagar a los Númenes las pactadas recompensas, su pueblo, con su fraudulento rey, fue entregado a mi venganza y a la de la casta Minerva.
Ya no resplandece el famoso
Vivan estos desterrados en cualquier parte felices, siempre que el mar bravío se interponga entre Roma e Ilión; siempre que el ganado insulte
Que se muestre más generosa despreciando el oro oculto en el seno de la tierra, donde debía permanecer siempre escondido, que hábil en aprovecharlo para los usos humanos, o pronta a arrebatarlo de los templos con mano sacrílega.
Que llegue a sojuzgar con sus armas las regiones más apartadas del mundo, y dilate su dominio desde
Pero anuncio tan felices hados a los romanos con esta condición: que no intenten por un exceso de piedad o sobra de confianza en su suerte levantar las murallas de la ciudad donde vivieron sus antepasados.
Troya, renaciendo bajo funestos auspicios, volvería a sucumbir con espantoso estrago; porque yo, la hermana y esposa de Jove, lanzaría contra ella las falanges que la arruinara.
Si Apolo la ciñese de un triple muro de bronce, caería tres veces al ímpetu de mis aqueos, y tres veces las matronas cautivas habrían de llorar la muerte de sus hijos y esposos.»
Pero, Musa, ¿adónde diriges tu vuelo? Tan altos asuntos no convienen a mi lira juguetona; cesa en tu porfía de referir los discursos de los dioses y cantar sus designios a tus
Roana Varela- Moderadora
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Re: ODAS DE HORACIO- LIBRO III- III AL VARÓN CONSTANTE
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sabra- Admin
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