ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XVI A GROSFIO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XVI A GROSFIO
XVI A GROSFIO
Ocio pide a los dioses el marinero sorprendido en medio del Egeo, al ocultarse la luna entre negros nubarrones y oscurecerse las estrellas que guían al piloto.
El tracio [la Tracia] feroz en la guerra, y el medo, orgulloso con su aljaba,, anhelan también el ocio, que no se compra con la púrpura, las piedras finas o el oro.
Ni las riquezas ni el lictor consular remueven del alma las tristezas hondas que la perturban y las zozobras que vuelan en torno de los techos artesonados.
Con poco vive feliz el que en su mesa frugal ve resplandecer el salero que heredó de su padre, y ni al miedo ni a la sórdida ambición sacrifica su plácido sueño.
¿Cómo nuestra insensatez forma tan grandes proyectos con vida tan corta? ¿A qué volamos a tierras calentadas por otros soles? ¿Quien al desterrarse de su patria huye de sí mismo?
El afán de riquezas sube con nosotros a las naves guarnecidas de bronce, y sigue a los escuadrones de caballeros más veloz que el gamo y más veloz que el Euro, forjador de tempestades.
El ánimo satisfecho con los bienes presentes, no se inquieta por averiguar lo que ha de venir, y templa con alegres risas sus amarguras, porque nadie es completamente feliz.
Una muerte prematura arrebató al glorioso Aquiles; una larga vejez disminuyó a Titono, y tal vez la hora próxima me acuerde a mí lo que a ti te niega.
Cien rebaños y vacas sicilianas mugen en tus praderas; para ti relinchan las yeguas que has de uncir a la cuadriga, y te visten los vellones teñidos dos veces en la púrpura africana. La Parca veraz me concedió a mí un pequeño campo, un soplo de la inspiración que infunden las Musas helénicas, y valor para despreciar al vulgo maligno.
Ocio pide a los dioses el marinero sorprendido en medio del Egeo, al ocultarse la luna entre negros nubarrones y oscurecerse las estrellas que guían al piloto.
El tracio [la Tracia] feroz en la guerra, y el medo, orgulloso con su aljaba,
Ni las riquezas ni el lictor consular remueven del alma las tristezas hondas que la perturban y las zozobras que vuelan en torno de los techos artesonados.
Con poco vive feliz el que en su mesa frugal ve resplandecer el salero que heredó de su padre, y ni al miedo ni a la sórdida ambición sacrifica su plácido sueño.
¿Cómo nuestra insensatez forma tan grandes proyectos con vida tan corta? ¿A qué volamos a tierras calentadas por otros soles? ¿Quien al desterrarse de su patria huye de sí mismo?
El afán de riquezas sube con nosotros a las naves guarnecidas de bronce, y sigue a los escuadrones de caballeros más veloz que el gamo y más veloz que el Euro, forjador de tempestades.
El ánimo satisfecho con los bienes presentes, no se inquieta por averiguar lo que ha de venir, y templa con alegres risas sus amarguras, porque nadie es completamente feliz.
Una muerte prematura arrebató al glorioso Aquiles; una larga vejez disminuyó a Titono, y tal vez la hora próxima me acuerde a mí lo que a ti te niega.
Cien rebaños y vacas sicilianas mugen en tus praderas; para ti relinchan las yeguas que has de uncir a la cuadriga, y te visten los vellones teñidos dos veces en la púrpura africana. La Parca veraz me concedió a mí un pequeño campo, un soplo de la inspiración que infunden las Musas helénicas, y valor para despreciar al vulgo maligno.
Roana Varela- Moderadora
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