ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XIV A PÓSTUMO
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ODAS DE HORACIO- LIBRO II- XIV A PÓSTUMO
XIV A PÓSTUMO
Cuán fugaces, ¡ay! Póstumo, Postumo, resbalan los años, sin que nuestra piedad alcance a detener las arrugas de la presurosa vejez ni et rigor implacable de la muerte.
Amigo, será inútil que intentes aplacar con tres hecatombes cada día al inexorable Pintón, que rodea a Titio y al triforme Gerión con las tristes ondas [de la Estigia], que hemos de atravesar cuantos nos alimentamos de los frutos de la tierra, ora seamos reyes, ora pobres colonos.
En vano evitaremos los cruentos choques de Marte, en vano venceremos el ronco oleaje del Adriático furioso, en vano a la llegada del otoño nos defenderemos del Austro, tan nocivo a la salud.
Tenemos que visitar el negro Cocito, que desliza lánguidamente su curso, y ver la raza infame de Dánao, y a Sísifo, el hijo de Eolo, condenado a su eterno suplicio.
Habrás de dejar tus campos, tu casa, tu placentera esposa, y de todos los árboles que cultivas sólo acompañará a su dueño de un día
el aborrecido ciprés.
Un heredero más digno consumirá el Cécubo que guardas con cien llaves, y hará correr por el rico pavimento el vino, que sería envidiado en las mesas de los pontífices.
Cuán fugaces, ¡ay! Póstumo, Postumo, resbalan los años, sin que nuestra piedad alcance a detener las arrugas de la presurosa vejez ni et rigor implacable de la muerte.
Amigo, será inútil que intentes aplacar con tres hecatombes
En vano evitaremos los cruentos choques de Marte, en vano venceremos el ronco oleaje del Adriático furioso, en vano a la llegada del otoño nos defenderemos del Austro, tan nocivo a la salud.
Tenemos que visitar el negro Cocito, que desliza lánguidamente su curso, y ver la raza infame de Dánao, y a Sísifo, el hijo de Eolo, condenado a su eterno suplicio.
Habrás de dejar tus campos, tu casa, tu placentera esposa, y de todos los árboles que cultivas sólo acompañará a su dueño de un día
el aborrecido ciprés.
Un heredero más digno consumirá el Cécubo que guardas con cien llaves, y hará correr por el rico pavimento el vino, que sería envidiado en las mesas de los pontífices.
Roana Varela- Moderadora
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