EL AMANECER DE LA POESIA DE EURIDICE CANOVA Y SABRA
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LA DIVINA COMEDIA: EL PURGATORIO: CANTO XIII

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Mensaje por Marcela Noemí Silva Dom Feb 09, 2014 12:43 pm

LA DIVINA COMEDIA: EL PURGATORIO: CANTO XIII Divina10




LA DIVINA COMEDIA: EL PURGATORIO: CANTO XIII

Nos hallábamos en la cima de la escala,
donde un segundo giro restringe
la montaña que, subiendo, a otros sana.

Allí también una cornisa la ciñe
en rededor, como a la primera;
sólo que su arco más corto repliega.

Sombras no tiene, ni diseños semejantes:
vese la cuesta y vese la plana senda
con el lívido color de la piedra.

Si aquí por preguntar gente se espera,
razonaba el poeta, temo que quizá
mucho tardaremos en elegir la senda.

Luego fijos los ojos en el Sol puso;
volvióse al derecho lado, tomó apoyo
y avanzó la izquierda parte.

¡Oh dulce luz! en ti confiando ingreso
un camino nuevo, tú condúceme,
decía, como conducir se debe aquí adentro.

Tú calientas el mundo, tú sobre él luces;
si no hay causa contraria que se oponga,
guías han de ser siempre tus rayos.

Cuanto en la tierra un milla cuenta,
tanto allí habíamos ya andado
en poco tiempo, por el querer resuelto.

Y hacia nosotros volar sentimos,
sin verlos, espíritus hablando,
a la mesa de amor corteses invitando.

La primera voz que pasó volando
“Vinum non habent” claramente dijo,
y tras nosotros lo siguió reiterando.

Y antes que del todo ya más no se oyera
al alejarse, otra: “Yo soy Orestes”
pasó gritando, y tampoco se detuvo.

¡Oh, dije, padre! ¿qué voces son éstas?
Y en tanto preguntaba, pasó otra
diciendo: “Amad a quien mal os hace”.

Y el buen maestro: En este giro se azota
la culpa de la envidia, sin embargo de amor
están hechas las cuerdas de la fusta.

El azote ha de ser de contrario tono;
creo que lo oirás, según indicio,
antes que llegues al paso del perdón.

Fija bien los ojos en el aire firme,
y verás delante gentes sentadas,
y a lo largo de la gruta cada una posada.

Entonces más que antes abrí los ojos;
miré adelante, y vi sombras con mantos
de color de la piedra semejantes.

Y luego que estuvimos más adelante
oía gritar: “María, por nos ora”:
gritar “Miguel” y “Pedro”, y “Todos los santos”.

No creo que en la tierra existir pueda
hombre tan duro, que no fuera herido
de compasión, por lo que yo vi luego.

Porque, cuando junto a ellos hube llegado,
y su condición me fue cierta,
lo que vi dejóme de gran dolor punzado.

De vil cilicio parecían cubiertos,
y uno sostenía al otro con la espalda
y todos se apoyaban en la cuesta.

Así los ciegos, a quienes la comida falta,
se ponen en la iglesia a pedir sustento,
y cada uno la testa en la del otro recuesta,

Para que a piedad la gente pronto se mueva,
no sólo por el sonar de las palabras,
mas por la vista que no menos afecta.

Y así como el Sol a esos ojos no llega,
así a las sombras, de las que hablo ahora,
la luz del cielo otorgarse no dona;

Porque a todos un alambre perfora las cejas
y cose, como con el gavilán salvaje
se hace, porque quieto no se soporta.

Me parecía, andando, hacerles ultraje,
viendo a los otros, no siendo visto:
por lo que volvíme a mi consejo sabio.

Bien él sabia lo que quería decir el mudo;
Y así no esperó mi demanda
mas dijo: Habla, se breve y agudo.

Virgilio me acompañaba por aquel lado
de la cornisa de donde caer se puede,
porque ningún barandal lo guarnecía;

Del otro lado estaban las devotas
sombras, que por la horrible costura
tanto exprimían el llanto que bañaban sus mejillas.

A ellos volvíme y: ¡Oh gente segura,
comencé, de ver el alta lumbre,
que de ello vuestro deseo sólo se cura

Que pronto la gracia disuelva las espumas
de vuestra conciencia, tanto que claro
por ella descienda de la mente el río;

Decidme, que me será grato y amado,
si hay alma entre vos que sea latina;
quizá le será bueno si yo lo guardo.

¡Oh hermano mío, cada una es ciudadana
de una ciudad verdadera; mas tú inquieres
si alguna en Italia viviera peregrina.

Ésto me pareció oír por respuesta,
un poco más delante de donde yo estaba,
por donde hice para que aún más me sintieran.

Entre las otras vi un alma al parecer
expectante; y si quisiera decir alguno ¿Cómo?
a la manera de los ciegos, el mentón alzaba.

Espíritu, le dije, que por salir te domas,
si eres tú el que me respondiste,
házteme noto por tu patria o por tu nombre.

Yo fui sienesa, respondió, y con estos
otros remiendo aquí la vida rea,
lagrimando a aquel que se nos conceda.

Sabia no fui, aunque Sapia
fuese llamada, y fui del daño ajeno
mucho más feliz que de mi propia ventura.

Y porque no creas que te engaño,
oye si fui, como te digo, loca,
al descender ya la curva de mis años.

Estaban mis ciudadanos cerca de Colle
en campo al encuentro de sus adversarios,
y yo rogaba a Dios que ocurriera lo que él quería.

Destrozados fueron allí y ceñidos a los amargos
pasos de la fuga; y viendo la cacería,
tuve tal alegría que a ninguna se compara,

Tanto que alcé al cielo mi audaz cara
gritando a Dios: “¡De hoy en más ya no te temo!“
como confió el mirlo en la breve bonanza.

Paz quise con Dios en el extremo
de mi vida; y no sería todavía
mi deuda de penitencia completa,

Si no fuera que en su memoria me tuvo
Pedro Pettinaio en sus santos ruegos,
quien de mi se apiadó por caridad.

Mas tú ¿quién eres, que nuestra condición
vas demandando, y tienes los ojos sueltos,
como yo creo, y respirando hablas?

Los ojos, dije, me serán aquí cerrados,
por poco tiempo empero, porque poca es la ofensa
que hice por haberlos con envidia usado.

Mucho mayor es el terror que suspende
al alma mía del tormento primero
que la carga de allí abajo ya me pesa.

Y ella a mí: ¿Quién te ha conducido
aquí entre nosotros, si abajo retornar crees?
Y yo: Éste que va conmigo y está mudo.

Y vivo estoy; pero ahora pídeme,
espíritu electo, si tú quieres aún que mueva
allá por ti mis mortales plantas.

¡Oh, oír ésto es cosa tan nueva,
respondió, que gran señal es de que Dios te ama;
pero que tu oración alguna vez me ayude.

Y pídote, por aquello que más anhelas,
si por acaso pisas tierra toscana,
que ante mis parientes rehagas mi fama.

Tú los verás entre aquella gente vana
que confía en Talamone, y antes perderán
la esperanza que si encontraran la Diana;

Pero más perderán sus capitanes.









Dante Alighieri


Marcela Noemí Silva
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Mensaje por sabra Sáb Mar 25, 2023 4:31 pm

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Un gran aporte que se aprecia y se agradece. Gracias por exponerlo aquí.
Un abrazo.

sabra

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