EL REO

No había matado a nadie, a nadie.
celos entre dos mujeres difamaron su honradez,
las dos le quisieron ver entre barrotes cerrado,
las dos juraron en vano, los dos perjurios a placer.

No son damas enfrentadas por amor,
son de aceras condición en cualquier calle olvidada,
con arma blanca guardada entre la liga y la piel.

Son el secreto de aquél; del anochecer, redada
florecillas perfumadas cimbreantes en vaivén,
silvestres en ese tren donde viajan marcadas.

Donde arrancan sus rosales en años de primavera,
donde marchitas esperan ese beso complaciente.
despedida del cliente ante el cheque de sus manos,
donde el juramento en vano es práctica consecuente.

Por celos la degollaron, el arma blanca en la mano
del inocente pusieron, jurando en vano que vieron
la daga que firmó el crimen, el crimen...
que nunca vieron, perjuraron por dinero, celos odio.
sin piedad le sentenciaron, entre rejas quedó el reo.


Autora: Marina Pastor Diez

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