EL ALTAR-Capítulo III - La persecución
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EL ALTAR-Capítulo III - La persecución
EL ALTAR
CAPÍTULO III-LA PERSECUCIÓN
El terror se apoderó de Mariela. Sentía cada parte de sus extremidades paralizadas.
Quería gritar pero no podía. Cuando entraba en pánico se quedaba sin voz.
Sus piernas no le respondían, quería avanzar pero el miedo no la dejaba.
Por instinto de Conservación comenzó a correr a pesar de sus aceleradas palpitaciones y un fuerte dolor en el pecho. Sus manos transpiraban, y la sensación asfixiante de que le faltaba el aire era insoportable.
Prefería morir de un infarto y no en manos de un delincuente.
No se atrevía mirar hacia atrás, ni quería mirar el rostro de quien la perseguía.
Ya no era una de sus tantas crisis paranoicas, ni su imaginación que le jugaba una mala pasada, era un hecho que alguien intentaba hacerle daño.
-¡Corre, más rápido, más rápido!- se ordenaba a sí misma.
Una de las ofrendas se le cayó de sus manos. Por un instante quiso detenerse para levantarla, pero estaba temblando y los pasos de su perseguidor casi le rozaban los talones.
Sólo tenía que atravesar la arboleda, cruzar la avenida, abrir la puerta de su departamento y estaría a salvo. Por un segundo pensó que se desmayaría por el esfuerzo, pero llego hasta la avenida.
Se detuvo abruptamente.Jadeaba con dificultad tomándose el estómago.
Se quedó estática por la sorpresa. La brigada desplegaba sobre la avenida a todo su personal fuertemente armado.
Las luces de los coches policiales estaban apagadas y las sirenas estaban en total silencio.
Toda la zona estaba invadida de policías, hasta había francotiradores en los techos.
Un cordón de hombres con fusiles y machetes palpaba contra la pared a todos los sospechosos.
Con semejante despliegue era evidente que buscaban a alguien importante.
Trato de huir de allí. Cuando se dio vuelta su perseguidor, que era un joven policía, le apoyo en la frente su arma reglamentaria.
Sin que el policía se lo pidiera y sin soltar las flores Mariela alzo sus manos entrecruzadas sobre su cabeza.
Como un ritual sonreía y desasía las flores con sus manos. Los pétalos caían lentamente sobre su cuerpo.
-¿Te parezco una verdadera idiota?- Le dijo con frialdad al policía.- Jajajá, si ya sé,me descuidé.
Debí imaginarme que toda la sucia policía me estaba esperando.
¡Cómo no me di cuenta que había demasiado silencio en el barrio!
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