El día en que me toco vivir
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El día en que me toco vivir
El día en que me toco vivir
Año 1985 o 1986 no recuerdo muy bien, el mes estoy casi seguro que fue febrero. Era un sábado de vacaciones escolares, ya saben las vacaciones cuando estás en el colegio son un relajo total, ese sábado estuvo nublado y el sol no se decidía a hacer su aparición. En esos días a causa de las lluvias, el agua que llegaba a las casas estaba muy turbia, así que la empresa encargada del servicio decidió hacer una restricción de suministro para realizar una limpieza en sus pozas de almacenamiento. En casa había un cerro de ropa acumulada por lavar, nosotros éramos varios hermanos y como es natural era un gran trabajo para mi Madre, mi Mamá Rosa sobrellevó años de sacrificio por nosotros y aún así tenía tiempo para ver por cada uno, con los varones jugaba al trompo y las canicas, sabía lanzar piedras con la onda, trepaba árboles, montaba la bicicleta muy bien, con las niñas hacia ropas para las muñecas y cosas propias de ellas, también nos preparaba comidas muy ricas y hacia unas delicias en el horno de panes y pasteles, pero lo que más me gustaba de ella eran las historias que nos contaba, las cuales nos mantenía en vilo mientras las relataba, historias de fantasmas, brujas, de apariciones, y sus propias vivencias de cuando fue niña, prometo relatar algunas en otras entradas.
Para solucionar el problema de la ropa acumulada, Miriam mi hermana mayor, se ofreció a lavarla en el río con ayuda de una señora que cuidó y ayudó a la familia desde antes que yo naciera, se llamaba Dona, era como nuestra Niñera, fue una gran ayuda y un gran apoyo, para mi madre y para todos nosotros. El plan para lavar la ropa era, partir al río alrededor de las 9 de la mañana y regresar en la tarde. Como cualquier niño curioso escuché la conversación entre mi madre, mi hermana y la Sra. Dona. Estaba sentado en las escaleras que llevaban al segundo piso y desde ahí le dije a Mamá Rosa.
- Por favor deja que Chabela, mi hermanita menor, tenía 6 años en ese entonces, Papo, ahijado de mis Padres, me llevaba un año y uno de mis mejores amigos de la infancia, y Yo, vayamos con Miriam y con Dona al río, mira que estamos de vacaciones y estamos aburridos en la casa, por favor, te prometemos portarnos bien y ayudar bastante con la ropa.
Los tres le rogamos tanto y le pusimos tantos argumentos que accedió un tanto desconfiada, claro antes tuvimos que escuchar las objeciones de Miriam, decía que no quería distraerse cuidándonos y que mientras mas antes regresaran seria mejor. Con la respuesta afirmativa de Mamá estuvimos tan contentos que alistamos nuestra ropa de baño, pelotas, baldecitos para atrapar renacuajos, etc. Como era época de lluvias Papo tenían sus botas de jebe, eran inseparables. Antes de salir de casa nuestra Madre nos dijo - Niños por favor tengan mucho cuidado, no se acerquen mucho al río, no se vayan a caer y se los lleva, jueguen con mucho cuidado -. No se porque mi Madre tiene esa costumbre de advertirte algo y casi siempre te llega a ocurrir. Por eso siempre le decimos, - dime que me sacaré la lotería -.
Partimos a las 9 de la mañana de acuerdo a los planeado y llegamos al río en unos 15 minutos, febrero en la sierra es mes de lluvias, por lo tanto el río estaba bien cargado, la corriente era fuerte y se notaba peligrosa. Miriam y Dona se pusieron a lavar la ropa en la orilla cerca a unas piedras grandes conversando y riendo. Chabelita, Papo y Yo, nos quedamos en ropa de baño, nos pusimos a correr en el pasto verde, se sentía rico pisar la hierba fresca con los pies descalzos, oler y sentir el campo, oír cantar a las aves, y escuchar el sonido del río.
Jugamos unas 2 horas hasta aburrirnos, atrapamos renacuajos en la orilla, pequeñas ranas, hasta hicimos pasear a unos cuantos sapos agarrándolos de las patas. En cierto momento vi las botas de jebe de Papo, me puse la del lado izquierdo y comencé a caminar haciendo piruetas, se sentía rico cuando sonaba con cada pisada, Chabelita y Papo se reían con mis ocurrencias. Luego de un rato me pare frente al rió y empecé a patear al aire, me parecía divertido, hasta que de un momento a otro la bota salio disparada de mi pie y cayó al torrentoso río, me puse pálido de la sorpresa, atrás mió escuche a Papo llorando y diciendo.
– ¡Mi bota se van mi bota! - Estaba inconsolable misma María Magdalena, y seguía repitiendo.
- ¡Mi bota, mi Papá me castigara si no regreso con mi bota¡ -
Fue como si me pincharan un alfiler en el ombligo con lo que dijo y pensé ¡Mierda! ¡La cague! Si les dicen a mis padres que perdí su bota seguro me gano una buena reprimenda y un buen castigo.
No se que pasó por mi mente en ese instante, supongo que me alucinaba Tarzán con toda la presión del momento, sin dudarlo y sin pensarlo dos veces me lance al río, lo más curioso fue que cuando iba camino al agua recién me acorde que no sabia nadar, ni un poquito.
Caí al agua y con toda la desesperación por la bota no sentía el agua fría, la corriente estaba muy fuerte y me comenzó a arrastrar, unas 3 veces la corriente me sumergió y veía todo medio oscuro, era como estar viviendo un sueño, no se en que pensaba ni que sentía, no me paso como dicen algunas personas que ven su vida pasar en un instante antes de morir, era como estar despierto y dormido a la vez. Creo que pensaba en mi madre, en Chabelita, que debería estar llorando asustada viendo lo que pasaba, en mi viejo, que diría si me pasaba algo, y en todos mis hermanos. No escuche los gritos que supongo proferían mis hermanas, Papo y la Sra. Dona.
No se cuando tiempo paso, lo cierto es que el agua me saco a flote y reaccione un poco, veía mas adelante como el río se separaba en dos partes y más abajo se volvía a juntar, la corriente me arrastraba por el lado derecho cerca de la orilla, era menos corriente así que iba un poco más lento, a unos 15 metros divise un pequeño árbol de eucalipto caído desde la orilla cruzando un parte del río, justo por donde iba a pasar, y pensé ¡Es ahora o nunca! Me tengo que sujetar fuerte cuando pase por ahí. Faltaban unos 3 metros para llegar al árbol, tenia los brazos levantados listos para sujetarme, cuando de pronto siento unos brazos agarrarme fuerte por debajo de las axilas y sacarme fuera del rió, era Miriam mi hermana, me había salvado la vida.
En la orilla vomite como un borracho pasado de copas y me puse a llorar, tenia frío y miedo. No se si me reprimió por haber saltado, creo que con lo asustada que estaba me grito, pero no lo recuerdo. Fuimos hasta un puente cercano, cruzamos a la otra orilla y caminamos de regreso. Cuando llegamos a donde estaban la Sra. Dona, Chabelita y Papo, alistamos las cosas y nos fuimos de regreso a casa. Chabelita estaba llorando con lo que pasó, me dijeron que Papo dejó de llorar cuando vio que el agua me tragaba. Miriam y la Sra. Dona gritaban por ayuda, pero no había nadie cerca. Fue cuando Miriam decidió meterse al agua arriesgando su vida, Dona contaba que la corriente casi la arrastra también.
Cuando llegamos a casa, le contaron a mi Madre todo lo que pasó, ella reprendió a Papo por haberse puerto así por la bota, y también a nosotros diciéndonos su clásico - ¡Se los dije! – A mi me reprendió entre molesta, asustada y aliviada, y luego me abrazó diciéndome - ¡Pobre mi hijito ya te estaríamos velando! – Todavía le quedaba humor para ese momento.
En cuanto a mi, cada vez que podía contaba lo sucedido como una gran historia, no faltaba uno de mis hermanos que salía diciéndome – ¡Si casi te mueres! – Y yo le respondía - ¡La rama estaba cerquita, ya iba a salir! – Lo cierto es que por dentro me moría de miedo, en las noches soñaba con el rió y con lo que me pasaba, nunca se lo dije a nadie, cuando estaba despierto y cada vez que me acordaba, sentía una profunda tristeza, supongo que era una especie de depresión. Ese miedo me duro casi un año, y la fobia al agua me duró muchos años, recién aprendí a nadar a los 22 años.
A Miriam, mi hermana, nunca le agradecí por salvarme, no era muy expresivo de niño. Algunas veces cuando hacia alguna travesura y se enojaba conmigo me decía - ¡Mejor te hubiera dejado en el agua! – Pero se que no lo decía en serio.
Ahora se lo agradezco, escribiendo estas líneas, dejando con mis palabras lo eternamente agradecido que estoy con ella, si ese día estiraba la pata y me iba donde San Pedro tocando el arpa, nunca hubiera tenido la vida que tengo ahora, no hubiera conocido a tantas personas, reído como lo hice y como lo hago, no hubiera llorado cuando perdí a Chabelita, o enterrado y sufrido por mi viejito, no hubiera sentido la dicha de conocer a mi esposa, no hubiera cargado y sentido la felicidad inmensa de tener en mis brazos a mis hijos, y no hubiera escrito jamás estas líneas.
La vida está hecha de decisiones, una simple decisión puede cambiar el rumbo de una vida y de muchas que tienen que ver con ella, es el decidir por el sí o por el no lo que determina nuestra existencia y las consecuencias que ello acarrea. Mi hermana decidio por el sí y mi vida siguio su rumbo con sus aciertos, virtudes y defectos. Por eso y muchas cosas más ¡Gracias Miriam por salvarme!
Ese fue el día en que me toco vivir…
freddy javier
Año 1985 o 1986 no recuerdo muy bien, el mes estoy casi seguro que fue febrero. Era un sábado de vacaciones escolares, ya saben las vacaciones cuando estás en el colegio son un relajo total, ese sábado estuvo nublado y el sol no se decidía a hacer su aparición. En esos días a causa de las lluvias, el agua que llegaba a las casas estaba muy turbia, así que la empresa encargada del servicio decidió hacer una restricción de suministro para realizar una limpieza en sus pozas de almacenamiento. En casa había un cerro de ropa acumulada por lavar, nosotros éramos varios hermanos y como es natural era un gran trabajo para mi Madre, mi Mamá Rosa sobrellevó años de sacrificio por nosotros y aún así tenía tiempo para ver por cada uno, con los varones jugaba al trompo y las canicas, sabía lanzar piedras con la onda, trepaba árboles, montaba la bicicleta muy bien, con las niñas hacia ropas para las muñecas y cosas propias de ellas, también nos preparaba comidas muy ricas y hacia unas delicias en el horno de panes y pasteles, pero lo que más me gustaba de ella eran las historias que nos contaba, las cuales nos mantenía en vilo mientras las relataba, historias de fantasmas, brujas, de apariciones, y sus propias vivencias de cuando fue niña, prometo relatar algunas en otras entradas.
Para solucionar el problema de la ropa acumulada, Miriam mi hermana mayor, se ofreció a lavarla en el río con ayuda de una señora que cuidó y ayudó a la familia desde antes que yo naciera, se llamaba Dona, era como nuestra Niñera, fue una gran ayuda y un gran apoyo, para mi madre y para todos nosotros. El plan para lavar la ropa era, partir al río alrededor de las 9 de la mañana y regresar en la tarde. Como cualquier niño curioso escuché la conversación entre mi madre, mi hermana y la Sra. Dona. Estaba sentado en las escaleras que llevaban al segundo piso y desde ahí le dije a Mamá Rosa.
- Por favor deja que Chabela, mi hermanita menor, tenía 6 años en ese entonces, Papo, ahijado de mis Padres, me llevaba un año y uno de mis mejores amigos de la infancia, y Yo, vayamos con Miriam y con Dona al río, mira que estamos de vacaciones y estamos aburridos en la casa, por favor, te prometemos portarnos bien y ayudar bastante con la ropa.
Los tres le rogamos tanto y le pusimos tantos argumentos que accedió un tanto desconfiada, claro antes tuvimos que escuchar las objeciones de Miriam, decía que no quería distraerse cuidándonos y que mientras mas antes regresaran seria mejor. Con la respuesta afirmativa de Mamá estuvimos tan contentos que alistamos nuestra ropa de baño, pelotas, baldecitos para atrapar renacuajos, etc. Como era época de lluvias Papo tenían sus botas de jebe, eran inseparables. Antes de salir de casa nuestra Madre nos dijo - Niños por favor tengan mucho cuidado, no se acerquen mucho al río, no se vayan a caer y se los lleva, jueguen con mucho cuidado -. No se porque mi Madre tiene esa costumbre de advertirte algo y casi siempre te llega a ocurrir. Por eso siempre le decimos, - dime que me sacaré la lotería -.
Partimos a las 9 de la mañana de acuerdo a los planeado y llegamos al río en unos 15 minutos, febrero en la sierra es mes de lluvias, por lo tanto el río estaba bien cargado, la corriente era fuerte y se notaba peligrosa. Miriam y Dona se pusieron a lavar la ropa en la orilla cerca a unas piedras grandes conversando y riendo. Chabelita, Papo y Yo, nos quedamos en ropa de baño, nos pusimos a correr en el pasto verde, se sentía rico pisar la hierba fresca con los pies descalzos, oler y sentir el campo, oír cantar a las aves, y escuchar el sonido del río.
Jugamos unas 2 horas hasta aburrirnos, atrapamos renacuajos en la orilla, pequeñas ranas, hasta hicimos pasear a unos cuantos sapos agarrándolos de las patas. En cierto momento vi las botas de jebe de Papo, me puse la del lado izquierdo y comencé a caminar haciendo piruetas, se sentía rico cuando sonaba con cada pisada, Chabelita y Papo se reían con mis ocurrencias. Luego de un rato me pare frente al rió y empecé a patear al aire, me parecía divertido, hasta que de un momento a otro la bota salio disparada de mi pie y cayó al torrentoso río, me puse pálido de la sorpresa, atrás mió escuche a Papo llorando y diciendo.
– ¡Mi bota se van mi bota! - Estaba inconsolable misma María Magdalena, y seguía repitiendo.
- ¡Mi bota, mi Papá me castigara si no regreso con mi bota¡ -
Fue como si me pincharan un alfiler en el ombligo con lo que dijo y pensé ¡Mierda! ¡La cague! Si les dicen a mis padres que perdí su bota seguro me gano una buena reprimenda y un buen castigo.
No se que pasó por mi mente en ese instante, supongo que me alucinaba Tarzán con toda la presión del momento, sin dudarlo y sin pensarlo dos veces me lance al río, lo más curioso fue que cuando iba camino al agua recién me acorde que no sabia nadar, ni un poquito.
Caí al agua y con toda la desesperación por la bota no sentía el agua fría, la corriente estaba muy fuerte y me comenzó a arrastrar, unas 3 veces la corriente me sumergió y veía todo medio oscuro, era como estar viviendo un sueño, no se en que pensaba ni que sentía, no me paso como dicen algunas personas que ven su vida pasar en un instante antes de morir, era como estar despierto y dormido a la vez. Creo que pensaba en mi madre, en Chabelita, que debería estar llorando asustada viendo lo que pasaba, en mi viejo, que diría si me pasaba algo, y en todos mis hermanos. No escuche los gritos que supongo proferían mis hermanas, Papo y la Sra. Dona.
No se cuando tiempo paso, lo cierto es que el agua me saco a flote y reaccione un poco, veía mas adelante como el río se separaba en dos partes y más abajo se volvía a juntar, la corriente me arrastraba por el lado derecho cerca de la orilla, era menos corriente así que iba un poco más lento, a unos 15 metros divise un pequeño árbol de eucalipto caído desde la orilla cruzando un parte del río, justo por donde iba a pasar, y pensé ¡Es ahora o nunca! Me tengo que sujetar fuerte cuando pase por ahí. Faltaban unos 3 metros para llegar al árbol, tenia los brazos levantados listos para sujetarme, cuando de pronto siento unos brazos agarrarme fuerte por debajo de las axilas y sacarme fuera del rió, era Miriam mi hermana, me había salvado la vida.
En la orilla vomite como un borracho pasado de copas y me puse a llorar, tenia frío y miedo. No se si me reprimió por haber saltado, creo que con lo asustada que estaba me grito, pero no lo recuerdo. Fuimos hasta un puente cercano, cruzamos a la otra orilla y caminamos de regreso. Cuando llegamos a donde estaban la Sra. Dona, Chabelita y Papo, alistamos las cosas y nos fuimos de regreso a casa. Chabelita estaba llorando con lo que pasó, me dijeron que Papo dejó de llorar cuando vio que el agua me tragaba. Miriam y la Sra. Dona gritaban por ayuda, pero no había nadie cerca. Fue cuando Miriam decidió meterse al agua arriesgando su vida, Dona contaba que la corriente casi la arrastra también.
Cuando llegamos a casa, le contaron a mi Madre todo lo que pasó, ella reprendió a Papo por haberse puerto así por la bota, y también a nosotros diciéndonos su clásico - ¡Se los dije! – A mi me reprendió entre molesta, asustada y aliviada, y luego me abrazó diciéndome - ¡Pobre mi hijito ya te estaríamos velando! – Todavía le quedaba humor para ese momento.
En cuanto a mi, cada vez que podía contaba lo sucedido como una gran historia, no faltaba uno de mis hermanos que salía diciéndome – ¡Si casi te mueres! – Y yo le respondía - ¡La rama estaba cerquita, ya iba a salir! – Lo cierto es que por dentro me moría de miedo, en las noches soñaba con el rió y con lo que me pasaba, nunca se lo dije a nadie, cuando estaba despierto y cada vez que me acordaba, sentía una profunda tristeza, supongo que era una especie de depresión. Ese miedo me duro casi un año, y la fobia al agua me duró muchos años, recién aprendí a nadar a los 22 años.
A Miriam, mi hermana, nunca le agradecí por salvarme, no era muy expresivo de niño. Algunas veces cuando hacia alguna travesura y se enojaba conmigo me decía - ¡Mejor te hubiera dejado en el agua! – Pero se que no lo decía en serio.
Ahora se lo agradezco, escribiendo estas líneas, dejando con mis palabras lo eternamente agradecido que estoy con ella, si ese día estiraba la pata y me iba donde San Pedro tocando el arpa, nunca hubiera tenido la vida que tengo ahora, no hubiera conocido a tantas personas, reído como lo hice y como lo hago, no hubiera llorado cuando perdí a Chabelita, o enterrado y sufrido por mi viejito, no hubiera sentido la dicha de conocer a mi esposa, no hubiera cargado y sentido la felicidad inmensa de tener en mis brazos a mis hijos, y no hubiera escrito jamás estas líneas.
La vida está hecha de decisiones, una simple decisión puede cambiar el rumbo de una vida y de muchas que tienen que ver con ella, es el decidir por el sí o por el no lo que determina nuestra existencia y las consecuencias que ello acarrea. Mi hermana decidio por el sí y mi vida siguio su rumbo con sus aciertos, virtudes y defectos. Por eso y muchas cosas más ¡Gracias Miriam por salvarme!
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