¡Oh! Trae el vino negro. Luis Benítez
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¡Oh! Trae el vino negro. Luis Benítez
Luis Benítez
¡Oh! Trae el vino negro
¡Oh! Trae el vino negro,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras
en un caudal desesperado hasta mi boca,
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia.
Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras,
pero me acercan con alas de mojados papeles
a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias.
Trae el vino negro con tapón de seca calavera
que me hace oír en los cuartos vecinos
pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor
me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago
y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna,
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden.
Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos,
la gloria, en nuestros entristecidos corazones.
¡Oh! Trae el vino negro
¡Oh! Trae el vino negro,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras
en un caudal desesperado hasta mi boca,
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia.
Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras,
pero me acercan con alas de mojados papeles
a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias.
Trae el vino negro con tapón de seca calavera
que me hace oír en los cuartos vecinos
pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor
me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago
y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna,
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden.
Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos,
la gloria, en nuestros entristecidos corazones.
Luxor- Poeta especial
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Rosko- Moderador Musical
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