A la mujer que quise una vez
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A la mujer que quise una vez
A la mujer que quise una vez
En un lugar oscuro y lúgubre vivía un pequeño hombrecito, cada día que pasaba era más y más triste su existencia, pues era el encargado de cuidar que no se salieran de su jaula unas fieras tremendamente violentas y sedientas de alimento que vivían en el mismo centro de su morada. Pero las fieras se escapaban a veces, y salían en busca de su alimento, aquello que las había hacho nacer, aquello que era su aire y su miel. Yo soy ese pequeño hombrecito, las fieras son mis latidos, tú eres la culpable de que existan, tú eres su alimento, cuando se me escapan luchan por no morir y se estrellan contra tu piel y tus ojos, se estrellan contra ese cuerpo malvado que no ha querido el destino que sea mío. a veces me pregunto como pude estar tan endemoniadamente ciego y no ver lo malvada que eras en realidad, empuñaste tu espada y de un solo tajo cortaste mis ganas de vivir, mis ganas de levantarme por las mañanas, y ahora ni siquiera sabes que bajo esa fría cara que pongo al verte la jaula que encierra ms latido no es ya capaz de retenerlos, ni siquiera sabe que me duele todo, mi cuerpo y mi mente, cuando veo que pasas a mi lado y continúas, cuando escucho lo que las personas que quieren mi bien dicen de ti. Por Dios es casi imposible cuanto tuviste en mi, aun despues de todo este tiempo me dueles mucho, mucho, mucho, quisiera sacar mi corazón de mi pecho con mis propias manos y ofrecértelo para luego darte la espalda y morir tranquilo fuera de tus ojos
Autor: Victor Hugo
En un lugar oscuro y lúgubre vivía un pequeño hombrecito, cada día que pasaba era más y más triste su existencia, pues era el encargado de cuidar que no se salieran de su jaula unas fieras tremendamente violentas y sedientas de alimento que vivían en el mismo centro de su morada. Pero las fieras se escapaban a veces, y salían en busca de su alimento, aquello que las había hacho nacer, aquello que era su aire y su miel. Yo soy ese pequeño hombrecito, las fieras son mis latidos, tú eres la culpable de que existan, tú eres su alimento, cuando se me escapan luchan por no morir y se estrellan contra tu piel y tus ojos, se estrellan contra ese cuerpo malvado que no ha querido el destino que sea mío. a veces me pregunto como pude estar tan endemoniadamente ciego y no ver lo malvada que eras en realidad, empuñaste tu espada y de un solo tajo cortaste mis ganas de vivir, mis ganas de levantarme por las mañanas, y ahora ni siquiera sabes que bajo esa fría cara que pongo al verte la jaula que encierra ms latido no es ya capaz de retenerlos, ni siquiera sabe que me duele todo, mi cuerpo y mi mente, cuando veo que pasas a mi lado y continúas, cuando escucho lo que las personas que quieren mi bien dicen de ti. Por Dios es casi imposible cuanto tuviste en mi, aun despues de todo este tiempo me dueles mucho, mucho, mucho, quisiera sacar mi corazón de mi pecho con mis propias manos y ofrecértelo para luego darte la espalda y morir tranquilo fuera de tus ojos
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Última edición por Roana Varela el Dom Mar 02, 2014 9:45 pm, editado 1 vez
Roana Varela- Moderadora
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